¿Santiago ya no es Santiago?

Santiago históricamente ha estado colocado en un sitial de primer orden cuando se habla de aportes concretos en la construcción de la nación dominicana. La historia de nuestro país ubica esta comunidad cibaeña como protagonista importante en cada uno de los acontecimientos que desde su fundación misma han acontecido, tales como la Independencia Nacional y la Restauración de la República, pasando por las luchas en diferentes etapas para superar el autoritarismo y avanzar hacia una sociedad democrática.

Es así, que luego del derrocamiento de la dictadura de Trujillo, epopeya histórica en la cual varios santiagueros fueron participantes en primera línea, importantes sectores agrupados en la Asociación Para el Desarrollo promovieron significativas iniciativas que se constituyeron en referentes importantes para identificar a Santiago como una comunidad emprendedora. Es el caso, por ejemplo, de la constitución del primer banco y la primera universidad privada del país.

De esta manera la Ciudad Corazón se mostraba como una comunidad que no solo reclamaba sus derechos, sino que ocupaba su espacio aportando de manera específica para contribuir al desarrollo nacional.

Décadas más tarde, el municipio, respondiendo a los nuevos modelos de gestión urbana conoce otra iniciativa innovadora: el proceso de constitución del Consejo para el Desarrollo de la Ciudad y el Municipio de Santiago y la formulación del primer Plan Estratégico a mediados de la década de los 90, animado por Rafael Emilio Yunén y el CEUR/PUCMM. De igual manera, con el nuevo siglo otros emprendimientos interesantes se hicieron realidad, siendo los más emblemáticos la apertura del Centro León, y la inauguración de la Ciudad Universitaria La Barranquita (UASD Santiago).

Asimismo, fueron abiertos diferentes espacios para el debate de propuestas sobre los temas relevantes para la gestión pública a nivel provincial y municipal. Las organizaciones de la sociedad civil jugaron un rol destacado en este sentido.

Sin embargo, la fuerza innovadora con la cual se movía esta comunidad, que le permitió colocarse en un sitial de liderazgo en la región y el país y que se sintetizaba en las frases “Santiago es Santiago” y “Como marcha Santiago marcha el país”, parece haber disminuido significativamente, expresándose en una merma de la inversión pública en el desarrollo de la ciudad y registrándose una baja influencia en los planes y proyectos nacionales.

Parecería que estas consignas que definían el orgullo santiaguero han quedado como difusos recuerdos de otros tiempos de glorias. Se tiene la percepción que en muchas ocasiones el liderazgo local se ha quedado estacionado en lamentaciones eternas.

Más allá del crecimiento demográfico y de los cambios en las actividades económicas tradicionales de la región, así como el centralismo histórico que enfoca los grandes proyectos de desarrollo en la capital de la república, subyacen algunos factores de procedencia local, los cuales valdría la pena identificar para valorar las razones por las cuales “Santiago ya no es Santiago”. Veamos:

a. Liderazgo empresarial y social recostado en las glorias del pasado y con limitadas iniciativas para emprender alianzas público-privadas que impacten significativamente en la ciudad y municipio de Santiago.

b. Predominio de una actitud acomodaticia frente los poderes públicos, basada en solicitar que nos den, en vez de reclamar y proponer.

c. Creciente búsqueda de beneficios de grupos y personales en detrimento de proyectos para la mejora del hábitat colectivo.

d. Ausencia de los sectores populares en las instancias de debate y concertación, más allá de lo meramente ornamental o instrumental.

e. La pérdida del espíritu cívico y progresista y la ocupación de escenarios por otros grupos que desmontan la tradición democrática de los santiagueros/as.

f. Resistencia a la renovación del liderazgo y predominio de un liderazgo masculino en la mayoría de las instancias públicas, privadas y de sociedad civil.

g. Líderes locales que han asumido funciones a nivel nacional, descuidando su lucha por la agenda local.

Si se quiere recuperar a Santiago como ciudad y municipio líder, con su espíritu emprendedor, con el compromiso de sus diferentes actores y fuerzas sociales para crear un ambiente de gobernabilidad democrática; si queremos un nuevo Santiago que se constituya en espacio fértil para desarrollar iniciativas que contribuyan positivamente en la calidad de vida de las personas que aquí habitamos, es necesario enfrentar con responsabilidad y de manera colectiva los siguientes desafíos:

  1. Aceptar que como ciudad y municipio necesitamos cambios que perduren en el tiempo, hay que superar la cultura de lo coyuntural. No podemos ilusionarnos en lo mediático, tenemos que medir los logros en resultados, en transformaciones duraderas.
  1. El relanzamiento de un sector privado con capacidad y visión de desarrollo que vaya más allá de las ganancias y que se comprometa en un marco de responsabilidad social empresarial; que se reinvente y se involucre en proyectos de carácter social que tengan impacto en mejorar la calidad de vida en el municipio. Hay que reconocer que algo de esto se está haciendo pero hace falta mucho más. Es necesario el crecimiento, pero con equidad.
  1. Una sociedad civil con capacidad para hacer ejercicio activo de control social de las políticas y de los funcionarios públicos. Que desarrolle capacidad de propuesta, de manera que su contribución a la formulación de buenas políticas públicas sea efectiva y tangible.
  1. Partidos políticos que presenten candidatos y programas que satisfagan las expectativas de la ciudadanía y cuya gestión pueda ser evaluada a partir de resultados concretos.
  1. Relanzamiento del Plan Estratégico de Santiago como una auténtica expresión de concertación social de las políticas de desarrollo de la ciudad y el municipio de Santiago.

Asumir como colectivo social estos desafíos requiere de un compromiso serio de empresarios, autoridades públicas y sociedad civil, para contribuir a la cohesión social y crear un clima favorable para la buena gobernanza democrática, entendida como aquella en la cual hay instituciones que promueven procesos caracterizados por la equidad, la participación, el pluralismo, la transparencia y la responsabilidad compartida. Si hacemos esto seguro que de nuevo resurgirá el orgullo santiaguero y podremos decir “Santiago es Santiago”.

Publicado originalmente en la Revista URBANIA