Entre sombras y pocas luces

La reciente victoria del presidente electo de Estados Unidos seguirá provocando análisis que con alta probabilidad continuarán durante su gestión, con la característica de controversialidad similar a la campaña electoral.

Una de las razones más reiteradas hasta ahora de la elección ha sido la del “cansancio” del “establisblement” con el actual sistema político ante la falta de oportunidades y seguridad económica y social provocadas por las políticas neoliberales.

Primeramente hay que entender que la palabra “establisment” se refiere a la visión y valores del elitismo social y económico, o mayoría étnica, nada vinculado con las aspiraciones colectivas de igualdad o de identificación con las condiciones de subordinación, es decir, que son sectores que defienden sus privilegios y que se han sentido amenazados de perderlos. Tal es la identidad del poderío imperialista, la gran nación, el país más poderoso del mundo, el fuerte poder militar y económico.

El candidato electo, un magnate de la construcción y divo de la televisión, sazonó el slogan de su campaña por todo el país, “volver hacer América grande otra vez”.¿Encarna esta frase una innovación política? Es obvio que no, tocaba el corazón herido del orgullo imperialista todavía afectado por la recesión de la crisis financiera y ponía la insinuación de demostración armamentista: “Isis aumenta su fuerza”, “hemos dejado que crezca”.

Ese “establisment”, élites y clase trabajadora, mayoritariamente blanca, reclama mayor hegemonía política y económica, su pedazo de pastel en el reparto neoliberal, mayor participación y beneficios, responsabilidades que corresponden a los Estados dar respuestas para el crecimiento de la economía. Pero a su vez, al identificarse con el líder transmisor de mensajes misóginos, sexistas, racistas, homofóbicos y xenófobos, se auto-asume como único grupo afectado por la disminución de garantías sociales y por lo tanto también merecedor de protección de derechos, excluyente de la otredad en toda su diversidad.

Entre el amenazador discurso de campaña y la gestión de gobierno habrá una brecha que vigilar, la que ya provoca tensiones en la mayoría de la población que votó por la candidata perdedora, una contradicción de principios básicos de la democracia, en la llamada mayor democracia del mundo, y que mantendrá por igual en alerta al resto global.