Entre las eximentes propuestas para despenalizar el aborto, la de los casos de embarazos fruto de violación sexual, es una de las más rechazadas por la cultura patriarcal y sexista.
Puede explicarse, porque el crimen de la violación sexual a una mujer, niña o niño, perdura en el imaginario social del Patriarcado como “necesario” para el hombre que, “tiene necesidades e ímpetus” o que las mujeres, y hasta las niñas y niños, “suelen provocar”, mitos muy socorridos desde el inconsciente y el consciente social machista, que llevan a la impunidad.
La I. Católica, reincide, baja línea y las homilías de fin de semana se llenan de amenazas y augurios, sobre “si el Congreso aprueba el aborto, se estarán llenando las manos de sangre”, o que “aquí no se está violando a todo el mundo”, o que “nadie se embaraza por una violación”. Todos juicios marrulleros y sin fundamento para confundir.
Si bien no existen cifras nacionales del número de embarazos por violación sexual, si se reporta la del crimen y aunque la página de la Procuraduría sobre estadísticas, no está actualizada, tenemos el dato de enero de 2011 a septiembre de 2013, que sumaba 17,757 crímenes sexuales: agresión sexual, violación sexual, acoso sexual, seducción sexual e incesto, siendo el 90% violaciones, al decir del sistema de atención.
La cifra citada corresponde a 32 meses, es decir, 555 casos al mes, 18 cada día. Sin contar el aumento para 2014, 2015 y 2016, que es mucho. Sería importante que Salud Pública, junto a la Procuraduría, empezaran a contar los crímenes sexuales y sus consecuencias, para llegar a conclusiones científicas y no de manipulación.
De acuerdo a quienes trabajan en la atención a sobrevivientes de violencia basada en el género, cerca de la tercera parte de las violaciones, terminan en embarazos no deseados, agregando que la mayoría de esas violaciones reportadas, son a menores de edad. La presunción de que un gran número de mujeres jóvenes y adultas, no denuncian porque el sistema las revictima acusándolas por “provocar”, es consistente con el imaginario mítico.
Si contamos que las secuelas de los crímenes sexuales son graves, hasta el suicidio por depresión profunda y por embarazos no deseados, tenemos que reconocer que el Estado dominicano no protege a las mujeres violadas y además, las obliga a mantener esos embarazos.
Hay que recordar por milésima vez a todos y todas, que la aprobación de la despenalización, no significa que las víctimas de estos crímenes estén obligadas a abortar, si no que puedan decidir.