El tapón de Danilo

Dominicano, sin fronteras, puertoplateño y santiaguero. La crítica y la irreverencia me guían...

Pensé que el tiempo me alcanzaría para participar en dos reuniones en un mismo día, pero calculé mal. Una era en Santo Domingo, convocada para las 2:00 de la tarde; la otra, para las 7:30 de la noche en el municipio de Tamboril, Provincia Santiago. No podía prever que, el 18  de febrero próximo pasado, quedaría atascado en un “tapón”, originado por la presencia del Presidente Danilo Medina en la zona.

Eran las 3:55 pm. Salí apresurado de las oficinas de Participación Ciudadana, sita en la calle Wenceslao Álvarez,  donde se debatió el tema de la Observación Electoral, con la mira bien puesta en las elecciones de mayo 2016. No bien había llegado a la Máximo Gómez, donde había grupos de personas en la acera esperando por transporte, adormecidas por el tráfico denso, un chofer del concho me hizo la seña  con el dedo índice indicándome que iba derecho.

“¿27?”, pregunté. “Sí”, dijo el conductor. Entonces abrió la puerta delantera del carro desde adentro, porque desde afuera no era posible.

Diez minutos después de abordar, volteé la cabeza y miré hacia atrás. Noté que apenas habíamos avanzado unos 30 metros. Giré sorprendido la cabeza y entonces me percaté de lo que pasaba.

“¡Dianche! ¡Qué tapón!”, exclamé.

— Es que el Presidente Danilo Medina está en el Hotel Lina – , dijo el chofer con una cara arropada de paciencia y resignación.

A una hora de haber subido al carro, todavía el avance era mínimo. Una señora, que estaba en el asiento trasero, decidió salir del letargo que nos oprimía y salió a terminar el trayecto caminando.

Me vi tentado a seguir su ejemplo, pero me contuve. Estaba absorto en ese estado de laxitud propia de un santón hindú. Me sobreponía al ruido y al caos, y a la tensión y a la urgencia de llegar cuanto antes a la estación de autobuses.

Antes de llegar a la Av. México, sin embargo, no aguanté más.  Salí del auto y enfilé en dirección a la Av. 27 de Febrero, precisamente hacia la esquina donde está ubicado el Hotel Barceló Lina, el lugar en donde se iniciaba el atasco.

Mientras caminaba pregunté a un transeúnte: ¿Qué están repartiendo ahí?

Pero no fue necesario esperar por la respuesta. Vi unos amigos, por cierto dirigentes del PLD que salían del hotel y quienes me saludaron efusivamente, al creer que yo, al igual que ellos, salía del evento.

 –¿Miguel Ángel Cid, viste a tu amigo Valentín, ahí adentro? —  me preguntó Benedicto Hernández, quien es una pieza clave en el equipo del Senador por Santiago.

Era evidente que Hernández, me creía parte de la concurrencia. Me detuve un momento y lo saludé con cortesía y aprecio, momento que aproveché para aclarar la confusión. Luego continúe rumbo a Caribe Tours.

A las 7:55 de la noche, ya estaba en fila para abordar el bus e iniciar el viaje a Santiago. Llamé a los líderes “tamborileños” y le ofrecí la excusa por mi ausencia con tan buena suerte que no fue necesario mayores explicaciones.

Pasada las diez de la noche llegué a Don Pedro, Santiago. De inmediato me abalancé a la computadora y consulté la prensa digital matutina y vespertina. En efecto, ahí estaban las noticias dando cuenta de que el eterno jefe de campaña del PLD, Francisco Javier García, fue designado en la posición. A Javier lo acompaña una legión de dirigentes peledeistas mesclados entre mansos y cimarrones,  entre “Danilistas” y “Leonelistas”.

El tema de la reunión perdida de Tamboril era “Diagnosticar las necesidades del municipio y visualizar soluciones con miras a las venideras elecciones.” ¡Qué ironía!

Pero lo más chocante fue que, mientras escribía este artículo, Joao Santana, el gurú del marketing político, el inefable mago de la percepción, el flamante asesor del Presidente Medina en la campaña electoral, había volado a Brasil. Y no estamos hablando de un ave, precisamente.