El PRM, perdiendo el tiempo

Socióloga y analista política. Profesora de sociología en Temple University, Filadelfia, donde también fue directora del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Departamento de Sociología.

Si 20 años no es nada como cantó Gardel, cuatro años es mucho menos, pasan volando. La mayoría necesaria para ganar elecciones no se forja de la noche a la mañana.

El PRM es beneficiario de un segmento importante de la base electoral del PRD, comenzó con buen pie; pero si no la cultiva, ni la organiza, ni la prepara, ni la moviliza, esos votantes se dispersarán.

A eso apuesta el PLD, y también, todos los partidos de “oposición” que ahora se sientan en la mesa con el PRM. He escrito oposición entre comillas, porque la mayoría de los partidos que forman la alianza opositora con el PRM son ex aliados del PLD. Salieron de esa coalición por disputas con la corriente de Danilo Medina. O sea que, si volviera Leonel Fernández al poder, muchos de esos pequeños partidos probablemente volverían a la alianza peledeísta (la FNP, el PUN, el PQDC, la APD, y lo que queda del PRSC).

Para el PRM la historia es distinta. Sus posibilidades electorales y la vigencia de sus dirigentes y activistas dependen de poder reagrupar un segmento amplio del perredeísmo y atraer nuevos votantes.
Es un gran desafío, y después de las elecciones de mayo, el PRM ha fracasado en por lo menos tres campos para alcanzar ese objetivo.

Primero, el PRM no ha logrado proyectar una imagen de partido unificado. Los directivos pueden ser voceros, pero Luis Abinader e Hipólito Mejía tienen que ir marcando al unísono el curso de la organización. Si cada uno va por su lado, o se ignoran, o se enfrentan, el PRM no puede avanzar. Ellos son las cabezas principales de la organización y tienen que ir, en conjunto, estableciendo el rumbo. Agrava la situación que ambos tienen aspiraciones presidenciales y no hay instancia de dirección real para dirimir las tensiones que surjan entre ellos. Mientras siga ese impase, el PRM estará empantanado.

Segundo, el PRM no ha seguido una línea clara y contundente de oposición al gobierno. No es suficiente hacer declaraciones periodísticas en ruedas de prensa. El PRM tiene una representación en el Congreso para hacer oposición como bloque, y que la población comprenda lo que hacen para, a partir de ahí, generar adeptos. La crítica de la diputada Faride Raful al préstamo para Punta Catalina fue una acción valiente de ella más que la expresión de una agenda de oposición organizada de su bancada. Por eso un diputado peledeísta pudo sacar su correa, en una acción vulgar y violenta. A una mujer se siente con derecho machista de hacérselo, no así hubiese sido a toda una bancada perremeísta articulada.

Tercero, el PRM ha estado perdiendo el tiempo en una alianza donde no ha logrado marcar el curso de la oposición, a pesar de ser el único partido con base electoral importante. Pasarse tres meses hablando de cómo conformar la Junta Central Electoral no le ha dado resultado. Al final, el PLD integró la JCE con las personas que consideró apropiadas, y no hay ninguno entre los escogidos cercano al PRM. Ojalá la nueva Junta sea buen árbitro para bien de los partidos y la democracia.

Los partidos políticos obtienen aliados confiables cuando son fuertes. Para el PRM construir una buena alianza político-electoral lo primero que necesita es fortalecerse. Y para eso tiene que organizar, preparar y movilizar su base electoral, e irradiar ideales genuinos. En esa tarea debe concentrarse, mientras su bancada hace oposición en el Congreso, y sus alcaldes intentan lograr buenas gestiones.
Lo demás es bulto poco productivo para el PRM.