De satisfacciones y frustraciones

Esta semana hemos celebrado acontecimientos que generan satisfacciones como la inauguración del proyecto modelo de la Nueva Barquita que rescata a mil 400 familias de la extrema vulnerabilidad y los 50 años cumplidos por la Asociación pro Bienestar de la Familia con el éxito de sus 6.5 millones de servicios ofrecidos a la población más pobre y su contribución a una mejor planificación poblacional.

Pero al mismo tiempo un nuevo informe de UNICEF vuelve a dejar el país en los últimos escalones en muertes neonatales, en embarazos y uniones sexuales de adolescentes, con graves notas de trabajo y maltrato infantil y 173 mil 300 menores de cinco años sin registro de nacimiento. Mientras otras informaciones indican que en medio año han muerto 35 madres al parir en hospitales, por causas en su mayor parte prevenibles.

Ninguna mezquindad puede evadir darle crédito al gobierno del presidente Danilo Medina por su bien concebido proyecto habitacional Nueva Barquita, con una inversión de 4 mil millones de pesos, y por la cooperación empresarial en su construcción, personalizada en José Miguel González Cuadra, con moderna visión gerencial pluridisciplinaria.

Pero al mismo tiempo hay derecho a preguntar por qué celebramos un solo proyecto de esa dimensión en una gestión de cuatro años cuando podríamos materializar muchos cada año, con una mejor planificación del gasto público, reducción de la corrupción, la malversación y el derroche y de las evasiones impositivas.

El equipo económico del PRM dijo en campaña que revisando 7 mil cuentas del Estado se podrían ahorrar 70 mil millones de pesos anuales. Asumiendo alguna exageración, y reduciéndolo a la mitad, daría para levantar nueve nuevas barquitas por año, 36 en el período de gobierno. De entrada parece mucho, pero no si se toma en cuenta lo dicho la semana pasada por el actual Jefe de la Policía Nacional, quien testimonia que sólo en la revisión de un par de renglones se ahorrará 1,200 millones de pesos por año.

El equipo gerencial, técnico y de voluntarios que durante medio siglo han sostenido a ProFamilia tiene que sentir satisfacciones por su fundamental contribución a hacer consciente la necesidad de la planificación familiar. Cuando esa institución nació en 1966 el promedio de hijos por mujer dominicana era de un irracional 8.3, y ahora es de un manejable 2.5, que permite al género femenino hacer mucho más que parir. La población nacional crecía entonces a una tasa de 3.6 por ciento, reducida ahora a 1.2.

De haberse mantenido ese crecimiento hoy nuestra población sería de 18 millones, un 80 por ciento superior. Las estadísticas de Profamilia indican que en 1975 apenas el 38 por ciento de las mujeres casadas o unidas utilizaban métodos anticonceptivos, eficientes para la planificación familiar, mientras en 2013 ascendía al 72 por ciento. Y ningún organismo público o privado ha hecho tanto por esa causa, como ProFamilia, que por cierto sólo recibe 14 millones de pesos anuales de ayuda estatal, poquito más que el “barrilito social” del senador Reinaldo Pared Pérez.

Pero la satisfacción de la planificación familiar se esfuma y da paso a la frustración con el informe de que cada día mueren 13 niños con menos de 28 días de nacidos por causas prevenibles en su mayor parte relacionadas con mala atención hospitalaria, y que en ese renglón sólo somos superados en todo el continente por Haití y Guyana.

Nuestro liderazgo continental es absoluto en proporción de niñas casadas o unidas, 11.7 por ciento antes de cumplir 15 años y 37 por ciento antes de 18 años, tasa que UNICEF considera “sólo comparable con el promedio del África Subsahariana!”, es decir la región más pobre del mundo. En alto porcentaje solas o abandonadas, excluidas y convertidas en máquinas reproductoras de la pobreza que ellas mismas sufren.

¡Cuanta frustración y tristeza producen estas revelaciones! En un país certificado con casi seis décadas de alto crecimiento económico, con expresiones de modernidad, pero en extrema desigualdad y derroche.