Nuestro país, empantanado en viejas prácticas políticas clientelares, parece incapaz de modificar la de entregar fundas de poca monta al pueblo necesitado, para comprometer simpatías y votos. Porque aquí, actores y actoras de la política partidista y del gobierno, se mantienen en permanente campaña.
Este año, del PLD, repartió el propio presidente de ese partido, explicando que “Desde hace veinte años, en el gobierno o fuera del gobierno, en el periodo correspondiente a las navidades siempre salimos a hacer recorridos por el país en entrega de estas canastas navideñas”, aclarando que lo hacía a nombre del Partido, y que estaba acompañado de dirigentes de su partido y de autoridades locales, para que se viera que era un acto institucional del PLD.
No faltó el reparto tradicional de los reformistas, desde la casa del creador de la práctica, Balaguer, que la prensa refiere matizado por el desorden, los empujones y el maltrato a las personas que acuden a recoger las dádivas, y que se acompañan por la entrega personal de algún alto funcionario de un billete de 100 pesos.
También el PRD distribuyó 70 mil cajas, disculpándose su presidente porque, “Aunque contamos con recursos limitados, con esta contribución dejamos sentado el carácter social y popular de este gran partido, identificado por su solidaridad con el pueblo”.
Nadie se salva, ni tampoco inventan una manera diferente de apoyar a su pueblo, porque hacerlo significaría terminar con las arraigadas prácticas manipuladoras de quienes manejan -así se lo creen- la política en este país.
Y este año la nueva modalidad fueron los asaltos a los vehículos que transportaban las donaciones, por grupos delincuentes que, a plena luz del día y en las vías públicas transitadas, abordaban camionetas y camiones con el mayor de los descaros.
Además, también volvimos a ver el maltrato, irrespeto y abuso a las personas que acudieron a recibirlas, sin importar si eran adultas mayores, mujeres embarazadas, niños y niñas, fueron doblemente humilladas y violentadas.
A pesar de este espectáculo de mal gusto y peores consecuencias, dirigentes políticos aclaran que hacen lo imposible por mantener la tradición de costo millonario. Cuánto cuesta esta abominable tradición? Puede el pueblo saber la cifra que le cuesta? Con ese dinero, seguramente, se podría empezar a cambiar una práctica tan costosa como inútil para la pobreza dominicana.
La práctica clientelar en la política es punto de partida y a la vez de llegada para mantener tanta desigualdad. Es tan difícil de entender? Al final, es fácil: si no robaran tanto, señoras y señores políticos, habría mucha menos pobreza!