Así de simple

Si como dicen todos los jefes de la Policía, aquí la delincuencia no crece, sino que todo es un asunto de percepción, hay que decir que después del discurso del Presidente de la República ante la Asamblea Nacional, el pasado 27 de febrero, la percepción que ha quedado reafirmada en mucha gente es la de que el primer mandatario se lanzará por nueva vez a buscar la reelección.

Porque señales no han faltado. Además de la incesante propaganda y las reiteradas declaraciones de la gente cercana al Presidente; de la tradición histórica de que todos los presidentes quieren reelegirse, en la alocución del Presidente ese interés se notó desde antes de él llegar al Congreso Nacional, con el mitin de sus partidarios y desde la primera hasta la última línea del discurso.

Hubo momentos sintomáticos. Cuando el licenciado Danilo Medina, con aparente solemnidad de prócer dijo que estaba dispuesto a sacrificarse para seguir sirviéndole al país; y otro más claro aun.

Se supone que un presidente que terminará el año entrante vaya despidiéndose del mando y empiece a dar las gracias a quienes han estado junto a él; en este caso fue al revés, el hombre, como si su mandato estuviera empezando ahora, lo que hizo fue un llamado a que lo sigan acompañando en el camino que se propone recorrer.

Es de esperarse que cada quien haya medido el alcance del desafío que un nuevo intento reeleccionista constituye. Desafío a la Constitución que expresamente lo prohíbe; al partido de gobierno, ya dividido en los hechos, desde sus más altas instancias hasta sus bases a causa del tema de la reelección; a la sociedad, que por nueva vez se vería ante otra maniobra de baja ley para imponer, se sabe por cuales medios, una modificación constitucional y un triunfo electoral por los mismos procedimientos que tradicionalmente emplea el que tiene en sus manos el dinero y todos los demás resortes del poder.

Desafío a la tradición histórica que ha probado las malas consecuencias de los terceros períodos de gobierno, que aquí han sido siempre actos traumáticos, propios de dictadores como Lilís, Trujillo y Balaguer.

Desafío a la oposición y a todas las fuerzas democráticas, que ante un adversario que amenaza con quedarse en el poder, estarían emplazadas a unirse para tratar de impedirlo o exponerse a quedar reducidas a la insignificancia. Así de simple.