Para crear cizañas y azuzar la bestia del sectarismo entre los convocantes a la marcha contra la impunidad del próximo 22 de enero, algunas bocinas y escribidores de artículos y notas de opinión a sueldo han comenzado a decir que esa marcha es política porque algunos dirigentes políticos han expresado su disposición de participar en ella. La respuesta a esos y a otros sembradores de discordias es: sí, como ya han respondido algunos de sus organizadores, que manifestarse en las calles contra la estructura de corrupción creada por el PLD es una acción de clara e inocultable carácter político; que no es excluyente, sino abierta a la participación de una pluralidad de actores sociales, políticos y productivos.
Cualquier manifestación en las calles contra los actos de corrupción de este o cualquier gobierno es potencialmente política, no importa quien la convoque; eso lo saben los cizañeros, tanto los que actúan a la luz del día, como los que operan bajo la sombra. Pero, para justificar los sueldos que de este Gobierno reciben tratan de confundir a los organizadores de la referida marcha, tendiéndoles trampas para que se opongan a que determinados actores políticos y sus organizaciones se sumen a la manifestación contra el rosario de actos de corrupción en que han discurrido los gobiernos del PLD, algunos de dimensiones extra nacionales que involucran al secretario de Organización de ese partido, Félix Bautista, y al presidente Medina por sus relaciones con Joao Santana, jefe de la Operación Sobornos de la Odebretch en este y otros países.
En tal sentido, la marcha del próximo 22 de enero se efectuará en una coyuntura política sumamente delicada para el Gobierno y potencialmente favorable para una oposición social y política con inocultables dificultades para articularse y ser efectiva contra un grupo de poder voraz y excluyente. Pero, la eficacia de la marcha dependerá de la proyección política que sus convocantes sepan imprimirle, de su capacidad de articular fuerzas de todo el espectro opositor, en la posibilidad de sobrepasar los engañosos límites de las redes sociales como único medio de convocatoria e ir al barrio, a las sedes de la pluralidad de actores susceptibles de participar, además de saber calibrar las experiencias de otras jornadas de luchas con excelentes perspectivas, pero de limitados resultados.
Así, sería realmente política.