Llama la atención que en un sistema político y de partidos como el nuestro, por varias décadas de sólida estabilidad, que la cantidad de personas que según las encuestas dicen no tener decidido su voto por determinados partido o candidato aumente sostenidamente. Esa circunstancia estaría indicando no solo un agotamiento y crisis de dicho sistema, sino también otra preocupante muestra de inutilidad de la democracia de este país, provocada básicamente por una clase política extremadamente incompetente para resolver los grandes temas nacionales y sorprendentemente hábil para enriquecerse a través del robo de las arcas del Estado. Este fenómeno, que acogota la democracia moderna, da origen a la expansión de la antipolitica y el apoliticismo irracional en una significativa franja de la población, sobre todo joven.
Aquí, la incapacidad de la clase política de limitar al máximo los niveles de corrupción e impunidad en que discurre el sistema, el despilfarro de los dineros públicos, la inequidad, las limitaciones al derecho de participación y representación efectiva en la vida política y en las estructuras partidarias, como en otros países, constituye el caldo de cultivo para el crecimiento de las actitudes de la antipolitica, el rechazo a los políticos y la completa desconfianza hacia las instituciones del Estado. Razones hay para que en significativos segmentos de la población dominicana la anitipolitica se exprese de diversas maneras. Pero independientemente de esas razones, la antipolitica en coyunturas como la que vivimos en nuestro país, además del reduccionismo argumental en que esta se basa, puede constituirse en una equivocada forma de hacer política y de sostén del régimen.
Y es que esa actitud se expresa como sentimiento consciente/inconsciente en determinadas colectividades políticas, tanto nuevas como de otras de relativa vieja data, inmersas algunas en una realidad ilusoria, en la búsqueda de la pureza perdida, lo cual en ellas se constituye en freno para avanzar de manera practica el discurso que no pocas veces hacen de que es necesario la confluencia de diversas organizaciones políticas que de diversas formas enfrentan el presente gobierno. Hacer política con esos niveles de ambivalencia se constituyen en elementos que impactan negativamente en la construcción de la propuesta y práctica política que demanda la presente coyuntura como única vía para detener el proyecto continuista del actual bloque de poder político, el cual lo intentarán a través de la reelección de Danilo u otra candidatura posiblemente pactada.
En tema de la antipolitica y del anti partidismo debe ser afrontado con claridad y determinación desde una perspectiva política e intelectual, pues además de las dificultades que para la construcción del discurso y práctica con alto nivel de coherencia, claridad y viabilidad se requiere para enfrentar el presente bloque de poder y como serio intento de regeneración democrática de esta sociedad, y porque constituye un sinrazón el constante surgimiento de nuevas agregaciones políticas justificadas como alternativas, estimulados por la conversión en partido político de algunos movimientos anteriormente antipartidos y antipolíticos que en poco tiempo han tenido relativos éxitos en términos electorales en determinados países, pero con daños que podrían ser irreparables para sus sociedades.
El tema de la actitud antipolitica de muchos es complejo, de difícil solución, tiene profundas relaciones con una democracia sustentadas en sistemas de partidos competitivos que han hecho agua en su dinámica interna, y peor aún en un sistema de partidos que, con sus matices y necesarias salvedades y precisiones ha degenerado en un sistema de burocracia interna inmutable, que vive de la política, que de esta hace su modo operandi su razón de ser y que cuando alcanza el poder es para servirse de este. Es un proceso degenerativo que socaba los cimientes de la democracia en sentido general y que en nuestro país está socavando las bases de la nación y, por ende, las conquistas democráticas que tanta sangre han costado, pero para avanzar resulta indispensable afrontarlo.
Debe afrontarse con entereza y ecuanimidad, pero siendo conscientes de que detrás del discurso aparentemente antipolíticos y antipolitica de muchos se oculta una vocación nítidamente autoritaria envuelta en una sinuosa fraseología seudo democrática, donde no es difícil oler su tufo de derecha o de izquierda nostálgica, de su inveterado sectarismo. Debe afrontarse sin concesiones de ningún tipo a colectividades, oi a singulares individuos, con la firme voluntad de ensayar formas inéditas de prácticas democráticas desde las direcciones de cualquier instancia, sean estas de partidos, de asociaciones de la sociedad civil y de las diversas instancias del Estado si de ellas se participa.