Una pandemia antidemocrática recorre y corroe todo el sistema de partidos dominicanos. No importa la posición ideológica, los intereses que envuelven, las diferencias discursivas, sin son oficialistas u opositores; porque casi todos están afectados por la fiebre antidemocrática.
La carrera política, que se construye desde abajo, dejó de ser un atributo básico para acceder a cargos de elección. Ya en el 2008 registramos cifras donde quedan de manifiesto el deterioro de la democracia interna a nivel municipal. El 60% de puestos para vicesindicatura, el 31% para síndicatura y el 23% para regidores lo decidieron las cúpulas de los partidos; es decir, no se agotaron los procedimientos de competencias internas. Al 2016, el 100% de los puestos para vicesindicaduras están en poder de los órganos de dirección de los partidos, y proporciones exorbitantes de candidatos a senadores (100%), diputados y alcaldes han sido decididos por los miembros de las direcciones nacionales de las organizaciones políticas.
La pandemia antidemocrática ha devenido en sustituir la negociación política, basadas en principios éticos, valores democráticos y en agenda de desarrollo, por una modalidad que adquiere el colorante o tinte de negocios particulares entre grupos corporativos o individuos. La negociación política del PLD con el PRD de Miguel Vargas Maldonado dejó bastante beneficios a este último. Vargas favoreció la reelección del presidente Medina. Lo recibido por el PRD, un partido en el piso, provocó un efecto en la dinámica interna del liderazgo local del PLD, cuyas consecuencias negativas se podrían ver a partir de mayo del 2016. Por su parte, el acuerdo PRM-PRSC, más irracional en comparación con el reparto entre el PLD-PRD, dejará pingues beneficios al pequeño grupo de sobrevivientes balagueristas. En ambos casos se ha producido una exclusión de la opinión del liderazgo local.
El formato de negociación entre los partidos reivindica la centralización de las decisiones desde la capital dominicana, el »centralismo democrático» sustituye el procedimiento democrático de elección popular, fomenta la pérdida de autonomía de las estructuras provinciales y municipales y elimina las posibilidades de competencias entre líderes locales, sean estos buenos o malos. La pandemia de la antidemocracia ha provocado la exclusión de la participación de las bases de los partidos en los proceso de discusión de las negociaciones. La aspiración para dirigir el Poder Ejecutivo sacrifica desmedidamente las aspiraciones locales.
El negocio de Vargas Maldonado puede ser redondo en el nivel municipal, específicamente en los cargos a alcaldes. No así en los cargos para diputados, los cuales se eligen por la modalidad de voto preferencial, y en los de regidores que se eligen por arrastres. Este negocio provocó que muchos líderes del PLD no pudieran aspirar. Y mucho menos los poquísimos dirigentes del PRD de Vargas, que no disfrutan de cargos electivos. Lo mismo ha de ocurrir, en menor medida, con los balagueristas de Quique Antún, anterior aliados del PLD.
Un método para la toma de decisiones que ha entrado, como fiebre de la pandemia antidemocrática, son las mediciones a través de las encuestas. La elección interna de candidatos por encuestas puede ser un método válido para circunstancias especiales. Su masificación produce una ruptura del procedimiento democrático de elección y de la participación social. Los resultados de las encuestas dejan un sabor de desconfianza en los datos. Y en muchos casos, las decisiones a través de encuestas dejan heridas, deserciones, desencanto, desmotivaciones, divisiones, Etc.; como sucedió en las encuestas utilizadas por el PLD. Este partido, no presentó la metodología utilizada, el tamaño de la muestra y los porcentajes alcanzados. Una de las firmas encuestadoras utilizadas previamente había realizados levantamientos de datos estadísticos a una corriente de los candidatos de las facciones, tendencias o líneas políticas dentro del PLD. En este caso la firma encuestadora y los contratantes obviaron el valor de la ética política.
Un síntoma perverso de la pandemia antidemocrática es aquel que se manifiesta en la frustración del liderazgo local que ejerce cargo de dirección en los partidos. Una proporción, en extremo alto de candidatos provinciales y municipales señalados o electos, no tienen compromiso de dirección en los partidos. Las posiciones relevantes dentro de los partidos como son la de presidente o secretario general no son determinantes para ocupar posiciones electivas. Hasta estas últimas se llega a través de otros atributos, como podrían ser influencia a través de líderes nacionales o por la capacidad económica para financiar la campaña. Algunos dirigentes con atributos éticos y gran formación política se niegan a participar por la incapacidad económica para competir. En este caso la democracia pierde calidad.
Finalmente, la pandemia antidemocrática no es exclusiva de los partidos antes mencionados. También, afecta los movimientos y partidos del polo democrático y progresistas. Aunque, no han ejecutado negociaciones del calado de los partidos antes mencionados, sus métodos de elección de candidaturas no agotaron los procedimientos democráticos y de competencias internas. En este sentido, las elecciones internas Podemos, en España, podrían ser un buen referente sobre los ejercicios democráticos al interno de los partidos o movimientos políticos progresistas de República Dominicana.