Diversos sectores de la oposición sostienen que para iniciar un cambio real en el sistema político del país es necesario un acuerdo, que además de la transformación de la Junta Central Electoral y la aprobación de la Ley de Partidos, democratice el proceso de integración de las Altas Cortes. Si la oposición lograra ese objetivo mejoraría sustancialmente el contexto de su lucha, pero ese nuevo contexto no garantiza cambios esenciales. En ningún país del mundo moderno es posible una transformación, sin un proyecto de sociedad basado en sólidos supuestos teóricos que cree ilusión en la gente y construido diariamente a través de la lucha política.
En torno a las propuestas sobre los alcances de un pacto político/social en el país, Melvin Mañón, en su último artículo, establece las limitaciones que tiene la iniciativa de un sector del empresariado dominicano para lograr un pacto de alto calado que saque el país del inmovilismo y de la sostenida degeneración en que discurre el sistema político. Plantea que, para sobrevivir, ese sector está compelido a pelear por una forma de dominación política que estrecha inexorablemente el margen de maniobra de la oposición política y del sector productivo y empresarial dominicanos y que para ello necesita una “plataforma teórica, un instrumento partidario y una figura carismática” pero que no tiene ninguno de esos tres elementos. Ojalá se sumase a una “plataforma teórica” creada colectivamente, pero que no logre los otros dos elementos.
La generalidad de los sectores empresariales del país ha tenido en el Estado una de sus principales fuentes de enriquecimiento, por eso han sido conservadores en términos político y social. Hoy, ante el estrecho margen de maniobra para sus actividades que les deja una voraz nueva “clase” político/empresarial, ese sector hace conciencia de la necesidad de un cambio de rumbo del país, asumiendo una bandera que en cierto sentido la han levantado algunos sectores de la oposición más importantes: la bandera de las reformas institucionales. Sin embargo, ninguna sociedad se transforma sustancialmente con meras reformas institucionales a secas, logradas mediante acuerdos firmados en salones de hoteles, resort o en octagonales salas eclesiales.
Ningún cambio es posible sin despertar ilusión en la gente por algún proyecto esperanzador o liberador. Las transformaciones institucionales que han servido de base para cambios sustanciales en cualquier país generalmente se han producido como resultado de procesos de luchas políticas o guerras, para imponérselas a los grupos con ambiciones de perpetuarse en el poder, como es la intención del PLD. Las reformas institucionales a secas no producen esa ilusión, esta sólo es posible con un proyecto societario construido por una pluralidad de actores, en el cual todos, sobre todo los más pobres, sientan que sus intereses les serán garantizados, que las libertades y las conquistas sociales serán respetadas y profundizadas.
Es en ese terreno de la lucha política donde será posible detener el continuismo Danilo/peledeísta y donde podría construirse esa “plataforma teórica”, para un proyecto de sociedad que no puede, ni debe, encabezarlo un partido representativo de una sola clase social, no es lo que Melvin plantea, pero que sí podrían creérselo no pocos miembros del sector empresarial.