No se deje engañar, ni construya usted la mentira de que hay igualdad, ni siquiera de oportunidad. Los hombres mandan en este país (y en todos). Para ilustrar lo obvio, aquí algunos datos dominicanos.
Nunca ha habido una mujer presidente. ¡Vaya casualidad! De 23 ministerios, solo hay tres ministras, una de ellas de la Mujer. ¡Vaya casualidad! De 32 senadores, solo hay tres senadoras (de poco impacto; hay que decirlo, aunque duela). De 158 alcaldes, solo 12% mujeres. De 190 diputados, solo 28% mujeres, ¡y a fuerza de cuota!; si no, hubiese menos.
¿Por qué será? ¿Son estúpidas las mujeres? ¿Incapaces? ¿No les interesa esos cargos?
A veces los hombres hablan de igualdad, pero a la hora de la verdad, sobresalen las justificaciones para mantener el estatus quo. Dicen: los hombres tienen más fuerza física, es la tradición, viene de Dios, son más racionales, menos emotivos, no lloran, tirirín tirirán. Hasta a los violadores justifican: es culpa de las mujeres provocadoras.
¿Quieren los hombres perder el poder? ¡No! ¡Nunca!
Entre los empresarios sobresalen los hombres. Unas cuántas mujeres, casi siempre por familia, adornan el escenario masculino-empresarial. Todos los directores de periódicos nacionales son hombres, y casi todos los rectores de las universidades también.
¿Por qué? ¿Culpa del feminismo? ¡No! ¿De la supuesta “ideología de género”? ¡No! ¿De la perspectiva de género? ¡No!
El poder de los hombres es ancestral y la inmensa mayoría de los hombres lo defienden a capa y espada, con distintos argumentos, con distintas estrategias, y, lamentablemente, con la ayuda de muchas mujeres que han sido socializadas para creer que los hombres mandan, y tienen derecho a hacerlo.
Veamos ahora las religiones. ¡Oh, las religiones! ¿Conoce usted un Dios mujer en la tradición judeocristiana-islámica? ¿Ha habido un Papa mujer? ¿Conoce usted sacerdotes mujeres? ¿Conoce usted imanes o ayatolas del islam mujeres? Hay algunas pastoras protestantes y evangélicas, pero la inmensa mayoría de los pastores son hombres. Hay algunas mujeres rabinas en el judaísmo reformado, pero la inmensa mayoría de los rabinos son hombres. La mujer vino de una costilla. ¿Qué se pude esperar?
¿Quieren los curas, imanes, rabinos y pastores perder su poder para dar cabida a las mujeres en las estructuras jerárquicas que controlan? ¡No!
Si todavía usted no se ha dado cuenta de la desigualdad de género que prevalece, ¡excúseme!, quizás debería ir al oculista o desinfectarse el cerebro.
Los principales guardianes morales de la desigualdad entre hombres y mujeres son las religiones. Por eso muchos curas y pastores andan en estos días atareados, desde que el Ministerio de Educación emitió la Orden Departamental 33-2019 para diseñar una política de equidad de género en las escuelas. Se alborotaron tanto, que ya el ministro de Educación, acosado por las iglesias, parece que claudicó.
La ideología de género que promueven las religiones es muy clara: no hay desigualdad entre hombres y mujeres, hay diferencias de funciones, y es un designio de Dios. ¡Punto y cállese! Así, por siglos y siglos, los hombres han tenido el poder en todas las religiones. Las mujeres dicen amén.
La mayoría de las iglesias se nutren de muchas mujeres feligreses. Los curas y pastores no quieren la igualdad de género porque afectaría la estructura de poder en sus instituciones, donde ellos mandan.
Es lamentable que, con tantas oportunidades para hacer el bien en esta tierra, las religiones hagan tanto esfuerzo para promover la desigualdad. Y es muy lamentable que usen a Dios para justificarla.