Las casi simultaneidad de las recientes elecciones celebras en Inglaterra y en España, la posible influencia de la primera sobre la segunda, la recurrente discusión sobre el carácter predictivo y/o seriedad de las encuestas, la utilización del factor miedo como recurso de campaña para manipular la voluntad del elector y la trascendencia, tanto interna como externa de ambos procesos eleccionarios, entre otros elementos, determinan la diversidad de opiniones y preocupaciones sobre los resultados finales de esos comicios. Otro elemento de discusión sobre el referido tema, es la necesidad o no de la existencia de condiciones sociológicas para que una o diversas variables pueden ser determinantes en un proceso electoral.
En Inglaterra, las encuestas anduvieron descaminadas, pero muchos analistas, algunos esclarecidos como John Carlin, contrario al Brexit, expresaban una mezcla de preocupación y pesimismo sobre los resultados del referéndum. Esos analistas eran conscientes de que el fantasma del miedo, del prejuicio y odio contra el extranjero azuzado por los partidarios de la salida de ese país de la Unión Europea podía ser factor de primera importancia para que se impusiese la voluntad de los partidarios de la ruptura del país con la Europa comunitaria. Eran conscientes de que el referido fantasma constituye un narcótico muy potente, con suma capacidad impulsa a determinadas colectividades a actuar con atávica violencia contra otras percibidas como enemigas y origen de todos los males reales o supuestos.
Pocos discuten el hecho de que el sentimiento xenófobo y racista fue factor determinante del triunfo del Brexit. En España, sin embargo, sí existe una gran discusión sobre los factores que determinaron unos resultados esencialmente diferentes a las predicciones de las encuestas y a los análisis de los analistas políticos de ese país. Pensé inicialmente que el factor Brexit jugó un papel importante en que los resultados de las votaciones fuesen muy lejanos a los que las encuestas le atribuían al PP y a Unidos Podemos. Ayer, el presidente de una de las principales encuestadoras, Mestroscopia, avanzaba la hipótesis de que los resultados del Brexit influyó en que potenciales electores cambiasen de opinión sobre sus intenciones de voto, plantea que previo a las votaciones un 1.4% de potenciales votantes (350,000 personas) así lo expresaron.
Eso supone la aparición del factor miedo, pero miedo a qué, algunos dicen que a las posibilidades de un gobierno de Unidos Podemos, que eso determinó un cambio de intención de votos favorable al PP; un partido del orden, pero no del orden basado en el ultranacionalismo racista y xenófobo propio de otros partidos europeos de derecha. Quizás, sin la existencia de los problemas de identidad y de las inconsistencia e incoherencias de las propuestas de Unidos Podemos, sobre todo su juego con el nacionalismo catalán y en cierta medida vasco, el factor Brexit no hubiese afectado a ese partido y beneficiado un PP, inmerso en diversos escándalos de corrupción y un Rajoy altamente debilitado y cuestionado.
El miedo ha sumergido a Inglaterra en la incertidumbre sobre su futuro y posiblemente a un segmento de su población a una inminente ruina y en España, ha revalidado un gobierno que la ha sumergido en un pestilente pantano de corrupción.