Algunos vieron con asombro que personas no vinculadas al accionar político y sin militancia confesa, se decidieran a participar en las primarias de los partidos mayoritarios, amparados en ser figuras del espectáculo o del mundo de las redes sociales.
La verdad es que, en el caso dominicano, han llegado tarde. En nuestra América varios países tienen diagnosticado el impacto de la participación electoral de los “influenciadores” en procesos electorales en los que se han presentado como candidatos, generalmente por fuerzas alternativas o partidos emergentes.
Aunque el término recomendado por la Real Academia Española (RAE), para el anglosajón «influencer» es “persona influyente” o “persona con influencia”, también se documenta “influenciador”, en especial para la mercadotecnia, término que para el contexto del presente trabajo asienta muy bien porque lo abordaremos desde ese ángulo.
¿Qué es y qué cosa hace un “influenciador”? Desde el mercado, pienso que perfectamente aplica a la política, se trata de una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia (cantidad, calidad y nivel de interacción de sus seguidores) en redes sociales puede llegar a convertirse en alguien que valida, aprueba o desestima algún producto o una marca, en nuestro caso a una persona, un proyecto político o un tema de la agenda, local o nacional.
Para este impacto en las redes, como en toda comunicación, la credibilidad y legitimidad son las claves para conectar con una audiencia, que refiere al “influenciador” como la razón por la cual ha decidido o marcó su criterio sobre cierto asunto.
En la política, según los estudios, el caso de divide en dos esferas: los “políticos influencers”, quienes toman las redes sociales como la extensión de su vida privada para generar cercanía y permanecer en diálogo permanente sobre todo lo que incide en la actualidad de su localidad o país, en una permanente campaña cargada de estrategias adobadas con algoritmos y populismos; por otro lado están los influencers que haciendo su labor de promoción en diversas áreas (espectáculo, modas, farándula, etc.) generan una incidencia en lo político por opción, es decir, no es su tema base pero asisten a él en respaldo a algún proyecto o como parte de la mercadotecnia digital del partido político, movimiento o candidato.
En el caso de nuestro país existe una errada tendencia a pensar que los influenciadores son jóvenes, que las redes es un “asunto de muchachos”. Los políticos que no hacen vida en las vías digitales poco comprenden la participación política de los jóvenes, suplantando sus reales necesidades (de expresión, integración y toma de decisión), por la de un “servicio”, se tienen a los “influencers” como parte de la estrategia que ayuda a identificar la posible relación entre un político y las personas para difundir sus actividades, bondades (lo que denominamos “el perfil”), multiplicando así los esfuerzos de difusión y posicionamiento con los seguidores actuales y potenciales y dándole mayor solidez a su imagen virtual… de ahí la angustia de los likes y la compra indiscriminada de seguidores, una proyección de lo que acontece en las calles, en el “mundo real”.
Que los influenciadores son determinantes en su ámbito, es innegable. Pero lo hacen con temas transversales, abstractos, en la conjugación de dogmas y simbologías que supeditan las viajas siglas partidarias y reniegan a todas luces de pertenecer a algún “ismo”. No forman parte de comunismo, socialismo, capitalismo… se sigue la marca y la marca no es porque se deba a la fidelidad de un líder, es lo que representa ese “líder” en el momento. El tiempo determina más que el espacio.
¿Puede eso traducirse en votos? Si la respuesta es afirmativa, pensemos entonces en que esa “transversalidad” no solo es en las preferencias y apatías sino que también forma parte de un amorfo sistema de códigos que transciende las circunscripciones electores, las regiones, el país y hasta las edades de un padrón cada vez más joven.
El tema es si nuestros electores, la audiencia virtual, pueden asumir con mayor facilidad la influencia de unos políticos que se conviertan en influencers o de unos influencers que decidan hacer “política”.