El humo de Duquesa ha sido históricamente soplado por las autoridades municipales, principales responsables, por ley, de la gestión sostenible de los residuos sólidos. El botadero de basura inició su camino desde el año 1990, cuando sustituyó los vertederos de Guarícano y San Isidro. Excelentes terrenos con grandes horizontes de caliche en el norte de Santo Domingo fueron seleccionados y convertidos en el vertedero de Duquesa. En 1993 la Agencia Japonesa (Jica) define proyectos para el Gobierno y en 1998 opera el Vertedero Controlado, bajo la administración de Doamsa.
Cuatro presidentes han lidiados con Duquesa desde 1990: Balaguer, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina. Alcaldes de todos los partidos (PLD, PRM, PLD, PRD) han lidiados y firmados contratos con los administradores de Duquesa. Culpabilidad las hay para todo el sistema político. Culpabilidad las hay en el campo privado, primero Doamsa y luego Lajun. Efectos dañinos de sobra para la salud ciudadana de los que pagan la catástrofe duquesiana.
Y es que el humo de la corrupción se origina con el nacimiento de la provincia de Santo Domingo en el año 2002. Dirigentes de los dos principales partidos del momento (PRD-PLD), algunos regidores, acuerdan privatizar los servicios de recolección y disposición final de los residuos sólidos. Llega la visión neoliberal a los ayuntamientos. Con la privatización llegó el endeudamiento a los ayuntamientos y llegan las comisiones para cobrar deudas. Una negación al pensamiento de José Francisco Peña Gómez, el más notable político municipalista del siglo XX, quien introdujo por primera vez camiones compactadores, cuando era alcalde del Distrito Nacional en el período 1982-1986. Peña trajo camiones desde Europa para prestar servicio desde lo público y no desde lo privado.
El humo de la corrupción inicia desde el proceso de recolección. Las empresas recolectoras para mantener contratos con las alcaldías pagan mesadas millonarias, provocando que la cobertura de recolección de desechos sea menor y que el pago por toneladas depositadas en Duquesa no corresponda a la realidad. Además, la mayoría de empresas son financistas de candidatos a la alcaldía. Los camiones recolectores, además de recoger residuos sólidos, tratan con empresas privadas de construcción y de otras naturalezas y con el mercado informar la recogida de escombros pesados y livianos que van a parar al vertedero de Duquesa, pagando más toneladas como si fueran desechos domiciliarios.
Hay humos cargados de metales pesados, con mucho mercurio, cobre y butano sin lixiviar en el sistema de compras y contrataciones. Qué suerte tuvo Lajun Corporation con la adjudicación del contrato por parte del Ayuntamiento de Santo Domingo Norte, el cual fue calificado como falto de transparencia y del principio de publicidad por parte de la Dirección de Compras y Contrataciones. Una adjudicación oscura que se extendió desde el 2007 con tres adendas en los años 2009,2011 y 2014. El humo de la corrupción quedó marcado por una empresa que “ganó un concurso” sin estar registrada como proveedora del Estado y sin seguro para cubrir riesgos. En medio del desorden entra el Ministerio de Medio Ambiente otorgando un permiso ambiental para que Lajun opere en el año 2010, aun sabiendo las condiciones de catástrofe ecológica en que se encontraba Duquesa.
El humo de la corrupción es el humo de la impunidad. En estos días, muchísimos dominicanos y dominicanas van a parar a las emergencias o consultorios de clínicas y hospitales con problemas respiratorios, neumonía, asmas y a futuro con problemas de cáncer como efecto de los metales pesados que acompañan la humareda Un problema provocado por Gobierno y ayuntamientos tiene consecuencias, además de salud, en los bolsillos de dominicanos y dominicanos.
Es hora de apagar el humo que asfixia los pulmones y empaña nuestras vistas. Es hora de apagar el humo de la corrupción y los ventajismos personales. Es hora de apagar el humo de la improvisación y el desorden. Es hora de apagar el humo de la reactividad y encender la llama de la proactividad. Es hora de una coordinación sincera, sin protagonismo y con autocrítica. Es hora de mostrar que juntos, Gobierno y ayuntamientos, es posible una salida definitiva.
Hay soluciones técnicas que hemos discutidos hasta la saciedad. Todos los actores políticos saben cuál es la solución, pero reaccionan sobre el problema cuando aparece la humareda o la acumulación de basura en las calles. La JICA y el BID han financiados estudios, el Gobierno central también ha pagado. Falta voluntad política.