Aunque en este país muchos opinantes creen que todo en la política es comprable, la República Dominicana ha logrado un alto nivel de estabilidad política, comparado con muchos otros países de la región latinoamericana, porque en momentos cruciales, políticos de alta influencia han sabido evaluar sus posibilidades y limitaciones con realismo y cordura. Ahora le tocó el turno a Danilo Medina.
La República Dominicana tiene una larga tradición caudillista, eso está a la luz del día y los ejemplos históricos sobran. Para usar de referencia solo el presente, ahí están Leonel Fernández e Hipólito Mejía intentando de nuevo ser candidatos presidenciales después de haberse postulado ambos en tres ocasiones anteriores (ahora sería la cuarta).
Por más manipulable que sea el Congreso, las condiciones se tornaban cada vez más adversas para una reforma constitucional que habilitara a Medina para el 2020 por factores nacionales e internacionales. El presidente captó la complejidad del momento y reafirmó el compromiso que había asumido en el 2015, de no postularse por un nuevo período.
Su decisión no es una derrota política, aunque una lectura simplista del momento así lo sugiera. Con su decisión gana la democracia y gana el PLD.
Forzar una reforma constitucional para repostularse en el 2020 hubiese, casi seguro, aumentado los niveles de frustración y desencanto de la ciudadanía. Aunque Danilo Medina conserve un nivel aceptable de aprobación de su gestión, la mayoría de la población estaba opuesta a una modificación constitucional para la repostulación, según lo revelaron distintas encuestas. Además, el pueblo necesita nuevos horizontes para poner esperanzas en el proceso electoral.
Una de las características principales de la democracia electoral es, precisamente, presentar cada varios años la posibilidad de renovación en la dirección del país. La repetición de las mismas candidaturas opera en contra de ese objetivo fundamental de la democracia electoral.
Para el PLD, la decisión de Medina abre la compuerta, de manera que puedan presentarse distintas precandidaturas, se evalúen internamente, y se decida si procede apoyar una de ellas frente a Leonel Fernández, que, hasta el momento, está decidido a buscar una cuarta repostulación.
Cuando un partido pasa mucho tiempo en el poder, necesita mostrar algún tipo de reciclaje, si no en ideas, por lo menos en caras. He ahí un reto clave de las próximas semanas para el PLD.
Si Danilo Medina apoya algún precandidato, tendría que elegir con sumo cuidado. Para ascender electoralmente, el PLD debería presentar alguien que combine capacidad y eficiencia gubernamental con honestidad. Y para encontrar un candidato con esas cualidades, se necesita utilizar una lupa de cristal bien pulido.
Para el 2020, con 16 años consecutivos en el poder, y 20 de los últimos 24, el PLD tiene que entender que hay hartazgo en la ciudadanía. Innovar es la mejor forma de avanzar.
Es cierto que una candidatura presidencial de sangre nueva en el PLD está contra el tiempo. Pero hay suficientes ejemplos en América Latina de candidatos que ascienden a la presidencia con solo meses de campaña, incluso sin una estructura de apoyo partidario como es el PLD.
La decisión de Danilo Medina también impacta en la oposición y sus estrategias políticas. Mientras el PLD desarrolla unas primarias abiertas, que convocará una amplia participación de miembros y simpatizantes, el PRM se aboca a realizar unas primarias cerradas que deberá generar suficiente legitimidad para culminar con una candidatura bien posicionada que pueda enfrentar al PLD.
En vez de simplificarse, el escenario electoral se torna ahora más complejo. Apriétense los cinturones.