Los obreros tabaqueros almorzaron, luego de terminar su plato, Ramón se recostó encima de una troja de tabaco a dormir la siesta. Al rato, cuando ya Ramón dormía, Radha cogió una cacata muerta, la puso al pié de la troja donde Ramón dormía y sacó su colín afilado y puntiagudo. La pierna derecha de Ramón sobresalía ligeramente fuera de la troja que le servía de colchón. Radha traía la del por dentro, puyó la pierna de Ramón con la punta del colín y con movimientos rápidos comenzó, según él a «matar» la cacata. Mientras picoteaba el espécimen preguntaba —¿Ramón, te picó la cacata?–.
—¡Ay coño, pa’mí que si me picó!–, respondió Ramón al tiempo que se limpió las gotas de sangre que salían del pinchazo propinado con el viejo colín puntudo de Radha.
El nombre científico de la tarántula que en República Dominicana se conoce como “cacata” es Phormictopus cancerides. Esta especie de arácnido es nativa del Caribe. Además, es uno de los más grandes de América Latina.
Las cacatas pasan el día escondidas en cuevas o debajo de rocas, por la noche salen a buscar alimentos. Y su comportamiento es muy violento. Para defenderse poseen unos colmillos largos y potentes, se sacuden los pelos de su abdomen y los clavan en la piel humana produciendo irritaciones intensas.
Aunque por lo común, muchas personas creen que la picada de una cacata mata, “…su veneno no es letal pero puede ser muy doloroso para seres humanos. Se recomienda tener mucho cuidado en tener contacto con estos arácnidos”.
En consecuencia, el mito del imaginario popular dominicano sobre el peligro de que te pique una cacata, comenzó su efecto devastador en Ramón, que ya veía venir la muerte. Por su lado, Radha no desperdiciaba un minuto en su plan macabro, a cada instante preguntaba —¿Ramón, qué sientes?–.
—Ciento calores por dentro, como si fuera fiebre–, respondía Ramón.
Radha insistía, tocaba a Ramón entre el cuello y la mandíbula inferior para verificar la intensidad de la fiebre —¡Diablo, esa fiebre está casi en 40 grados!–, replicaba Radha y la incertidumbre de Ramón crecía.
—Bueno Ramón, dicen que el único remedio que puede salvar la vida al que le pica una cacata es un trago difícil, pero la vida vale más que cualquier cosa–, expresó Radha con dudoso pesar y quemando por dentro.
—Oiga bien Radha, si usted quiere seguir siendo mí amigo, no vuelva a hablarme de eso, yo ni loco que este como “m.….”, mejor me muero antes que comer esa vaina–, sentenció Ramón.
La preocupación simulada de Radha crecía y la dejaba salir como el viento de un ciclón. En la misma proporción, las calenturas de Ramón aumentaban, el sudor frío le brotaba por los poros como el agua de un manantial. Para Ramón, a cada minuto transcurrido la muerte le parecía más inminente.
Entre tanto, los demás obreros acechaban escondidos entre las trojas de tabaco, esperando el tétrico desenlace previsto.
Los minutos y los segundos transcurrían y el “picao’e cacata” empeoraba, la voz se le apagaba y soplaba un jipido medio ronco. Entonces y sólo entonces, Ramón llamo a Radha con voz casi inaudible, ayudó la garganta con las señas de la mano y su amigo le acercó el oído a la boca.
–Oiga vale Radha, ya vaya y prepare el “ensunje” ese, pero ¡cuidaiiito si alguien se entera!–, exclamó quejumbroso Ramón.
Al poquito rato, Ramón tomo la pócima, era un líquido cremoso, gelatinoso, caliente, amarillento y hedía a diablo. Minutos después, la intensidad de la supuesta fiebre comenzó a ceder y al poco tiempo Ramón recuperó el aliento.
Hoy día, al otro lado del rio, nadie se atreve a insinuar historias sobre picaduras de cacatas frente Ramón y menos, preguntar cuál es el remedio más efectivo si te pica la cacata.
Nota: para saber más sobre la tarántula pinche el siguiente enlace: https://www.conectate.com.do/articulo/cacata-phormictopus-cancerides-republica-dominicana/