Observamos que en diferentes eventos públicos y en conversaciones privadas se utiliza el calificativo de municipalista y personas que se así autocalifican. El municipalismo es una concepción política y social, una cultura, una manifestación de conducta y comportamiento cívico, un modo de vida en el municipio o territorio. Una práctica política y social caracterizada por la defensa de valores como la ética y la transparencia; los cuales no significan lo mismo; la honestidad, la responsabilidad social, la democracia, la tolerancia, el trabajo, la solidaridad, Etc.
Esta concepción política, social y cultural que define al municipalista está atravesada por principios motores como la defensa de la equidad de género, la cohesión e inclusión social, el compromiso con el cambio, la descentralización de la función pública desde los niveles superiores de toma de decisiones hasta los territorios; la transferencia de poder.
El ocupar una posición pública de alcalde o alcaldesa, regidor o regidora, ser un burócrata o tecnócrata en un ayuntamiento o institución vinculada a los objetivos del desarrollo local podría ser una oportunidad para convertirse en municipalista, pero no basta la posición. Los hombres y mujeres municipalistas conviven con los principios y valores antes señalados. Los practican y los defienden. Están por encima del interés personal y de la estructura partidaria, cuando esta contraviene o intenta sobrepasar el ser municipalista. Es como poner el bien común por encima de las individualidades.
El municipalismo es una cultura de la institucionalidad democrática. Por lo tanto cualquiera no es municipalista.