La furiosa política dominicana es como la perra de Mamá Belica tratando de morderse el rabo. Es un círculo vicioso donde el populismo y el asistencialismo se reciclan una y otra vez, mientras los temas fundamentales para el desarrollo y bienestar de la sociedad dominicana permanecen intocados. Y, cuando se tocan, se trastocan, porque no siempre cambian para lo mejor.
Me viene a la memoria la candidatura a la presidencia del Dr. José Rafael Abinader, por el
Partido Alianza Social Dominicana, en las elecciones del año 1990. Prometía “RD$400.00 para las mujeres embarazadas, RD$400.00 para las madres solteras, RD$400.00 para las mujeres envejecientes …”
Eran promesas populistas orientadas claramente tras el voto femenino. Sus adversarios políticos, entonces, catalogaban tales promesas como una ridiculez. Y, si vemos los resultados de aquel torneo electoral, ciertamente, los votos de Alianza Social Dominicana, dan risa.
Sin embargo, hoy día, esas mismas consignas la repiten cada uno de los aspirantes a la presidencia, sin importar al partido que representen. Lo que ayer pudo ser gracioso, hoy da pena. El peso destemplado del sentimiento es lo único que ha cambiado.
Ahora el Dr. Luis Abinader, fiel heredero de su padre, asegura que de ser presidente otorgaría RD$3,000 pesos mensuales de pensión en beneficio de 69,000 envejecientes. Duplicaría el subsidio alimentario “(Comer es primero)”, llevándolo de RD$825 a RD$1,650 pesos cada mes. Promete aumentar el Bono-Gas, el Bono-Luz y multiplicaría por dos el subsidio en combustible a los choferes de carros de concho.
De modo que en un eventual gobierno del PRM, las “voladoras”, “guaguas” y todo tipo de chatarras serían privilegiadas. De ahí se entiende que figuras como las de Blas Peralta aparecieran en la boleta congresual del PRM.
En cuanto a los sectores cada vez más empobrecidos del país, el Dr. Abinader estima que su gobierno invertiría cerca de RD$2,700 millones de pesos cada año en políticas públicas para atenderlos. Eso incluiría a los ciudadanos que padecen enfermedades crónicas y catastróficas.
El Dr. Guillermo Moreno, por otra parte, oferta a los electores un aumento del salario mínimo a todos los empleados públicos. Y eso es lo que me resulta insólito. Que más de 25 años después del Dr. Abinader padre, un candidato “moderno” como Moreno siga con la misma cantaleta. La publicidad del Dr. Guillermo Moreno repite a secas: “RD$20,000 pesos mensual de salario mínimo para todos los empleados públicos”.
Por el litoral del partido gobernante, el Presidente-candidato, Lic. Danilo Medina Sánchez, promete que, en cuatro años más, sacará al país de la pobreza. Sería más interesante si prometiera sacar la pobreza del país. Pues sólo tendría que adoptar una política migratoria de puertas abiertas, dotando a todos los dominicanos con documentación adecuada para que salgan los que quieran. No quedaría ni un solo pobre por aquí…
Pero el Lic. Medina Sánchez dice que “No se puede ocultar que más de medio millón de dominicanos y dominicanas salieron de la pobreza en el presente gobierno”.
Y promete que en los próximos cuatro años generaría más empleos y seguiría construyendo más escuelas…
Elegí la campaña de 1990, pero pude ir más allá o más acá. Daría lo mismo.
O casi lo mismo, porque la campaña de entonces concentraba una alta cuota de creatividad. Cada organización política se ocupaba de marcar diferencia entre sus acciones y promesas, en comparación con las de sus adversarios. Pero hoy todas las consignas y todos los ruidos son iguales.
En fin, escuchando y viendo las promesas de campaña, parece que estamos atrapados en la concepción filosófica del eterno retorno de Nietzsche. Todo se repite eternamente. La perra de Mamá Belica sigue dando vueltas tras el rabo. Las promesas no se cumplen, porque dejarían de serlo. El populismo y el asistencialismo se recuestan sobre sí mismos, una y otra vez. Los problemas fundamentales progresan en dirección a lo peor para devolverse nuevamente y estacionarse donde mismo estaban.
Estamos, por tanto, ante una campaña electoral circular, paradójica y ruidosa. Los candidatos nuevos no dan ni gusto con sus ofertas viejas.