En la cultura política dominicana los 27 de febrero y los 16 de agosto son meses de rumores y expectativas sobre supuestos cambios que harían los presidentes de turno en el administrativo del gobierno. Este 16 de agosto no es diferente, tenemos un presidente reeleccionista que se sucede a sí mismo y que promete cambios en su nuevo mandato. Pero, no resulta descaminado preguntarse si ése presidente que ha sido incapaz propiciar el cambio en las instancias decisorias de su propio partido, todo lo contrario, será capaz de introducir cambios en su próximo gobierno sin desmontar la estructura clientelar y de uso abusivo de los recursos del Estado que de nuevo lo llevan al poder.
La mayoría de los analistas políticos concluyen en que, durante sus 16 años de poder del PLD ha surgido un grupo económico/político que ha amasado una fortuna de tal magnitudque le ha permitido una sustancial independencia de los grupos económicos tradicionales. Eso también lo afirman personalidades y grupos de esos sectores y de la sociedad civil. Para producir y consolidar ese nuevo grupo, el Comité Central del PLD delegó en su Comité Político todas las prerrogativas para su funcionamiento y esta ultima instancia al presidente Medina, como en su momento se la otorgó al presiente Fernández.
Es sabido que, en los organismos de dirección del PLD no practican la verdadera regla de oro de la democracia: el libre derecho de elegir y ser elegido, un derecho humano tan universal como inalterable. En esencia, el carácter inmutable de esos organismos impide que muchos no puedan elegir y muy pocos ser elegidos esos organismos no cambian; se amplían casi siempre con adherentes al jefe de facción de turno, en este caso los del presidente Medina. Los puestos en el tren administrativo se asignan según la adherencia al jefe facción y, naturalmente, a la jerarquía en la estructura partidaria. Esa cultura, esa institucionalidad perversa del funcionamiento del partido se refleja en su forma de conducción del Estado y en todas las instituciones: Congreso, ayuntamientos, Altas Cortes y en el gasto del público gobierno: las nóminas y en el oculto: las nominillas.
Esa lógica perversa de institucionalidad genera y propaga la corrupción en las diversas esferas de esta sociedad, a pesar del esfuerzo que en ese sentido sectores del gobierno puedan hacer para limitarla. Esa lógica produce de impunidad y la permisividad de la Justicia dominicana, y la sensación de que no es posible cambiar esta sociedad. Con esas prácticas, del nuevo gobierno peledeísta recién instalado difícilmente puede esperarse cambios en el sentido del fortalecimiento de la institucionalidad democrática y mayores posibilidades de que la población ejercer un control efectivo sobre un poder que lo concentra todo, copta, compra a casi todos.
El nuevo gobierno puede cambiar todos los ministros, e incluso mejorar y hacer nuevas muchas cosas. Puede cambiar cosas básicamente de forma, pero sin cambiar la esencia del tipo de poder que ha establecido y el uso que del mismo ha hecho, difícilmente puede esperarse cambios sustanciales del nuevo gobierno. Significa esperar que el PLD cambie su esencia, ya algunos nombramientos indican que no lo haría.