El viernes social, marca el inicio del fin de semana. En mi caso, viernes por viernes me divido entre actividades tan estresantes como placenteras. Lo primero es, viajar de Santiago a Santo Domingo. Tres horas de trayecto, es suficiente para llegar al Hotel La Danae, en Gazcue. En la habitación, antes de repasar tareas, toca el turno de releer y enviar mi artículo al periódico. De seis a diez de la noche, estoy en la universidad. Luego de tan ajetreado periplo es justo darse un trago.
Es habitual, regresar a Santiago el sábado temprano. Sin embargo, el sábado 8, permanecí en la urbe capitalina para asistir al “IV Festival del Dibujo de la Galería de Arte Arawak”, invitado por el artista Aram Musset. El festival se extendía de 11:00 de la mañana a 7:00 pm, el domingo 9, siguió el mismo curso.
Antes de las 11:00 de la mañana, llegamos a la Fundación de Arte Arawak. La comitiva Cibaeña la integraban los artistas, Aram Musset y Gompich, yo los seguía detrás. Los tres mosqueteros caminaron largo trecho por el “tetero el sol”, el sudor goteaba de sus frentes.
El orgullo santiaguero quedo herido. Nos dio la bienvenida uno de los participantes, el artista José Almonte. ¿Y los organizadores?, en sus asuntos.
Almonte, con pantalón corto y zapatos deportivos, nos recibió sentado plácidamente en una butaca.
— Yo estoy como Danilo Medina, todos tienen que pasar por aquí a saludarme, y no hago visitas sorpresa. – apuntó.
Ver a José, listo para la cancha en la Galería Arawak, confirma el activismo social que imprime a su obra. ¡Cuidado con juzgar a priori a Almonte! la calidad de sus composiciones pictóricas van parejas con el compromiso social del artista.
El hambre hacía estragos, a las 11:30 am emprendimos vuelo bajito hasta el Bravo. El supermercado está a cuatro cuadras del lugar. De regreso a la galería, estaban presentes varios artistas participantes, sudados como pe…. saludamos a todos.
Entre los virtuosos del pincel estaban, Werner Olmos, Orlando López, Leonardo Durán, Rubén Carrasco, Alejandro Asencio, Wally Vidal, Ernesto Rodríguez, entre otros. Almonte, seguía en el regazo de su butaca.
Werner, anunció el café, cuando volteé para servirme, ya se había esfumado como bola de humo. El negro aliciente, estaba en un termo que se llenaba con, más o menos, dos vasitos de servir café en velorios.
De modo, que a las 2:00 de la tarde, saltamos, como de un “trampolín de piscina” de la Galería Arawak, al Colmadón La Beba.
— Parece que en La Beba se va a beber –, sentencio con voz de sabio, el maestro Durán.
Bailando animoso, llego Orlando López a La Beba, tres colegas lo acompañan.
¿Qué motiva semejante júbilo?, pregunte a Aram.
— Ves el del sombrerito, fue el único que vendió casi todos sus dibujos –,respondió Musset, — ¡he ahí la razón de su regocijo! –, reitero.
El profesor Leonardo Durán, resistió la invitación. El decano del grabado, creyó que ir a beber a la Beba, ponía en riesgo su reputación en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Igual hizo el artista y cirujano plástico, Rubén Carrasco, diestro en operar la simbiosis entre lo erótico y la cirugía, evadió la bebentina con un corte de bisturí.
— Adelántense, yo iré a resolver unos compromisos de familia y me sumo más tarde – alego Carrasco.
Todo indica que la decisión blanda de Duran, calo en Rubén.
La veterana actriz, Elvira Taveras, se sumó al coro de La Beba acompañada de su pareja, Fernando Sánchez. Entre saludos y presentaciones, Sánchez conoció a Gompich. Los secreteos entre ellos, señalando con el índice a Gompich, despejo las dudas, la cicuta impresa en los dibujos del santiaguero surtió su efecto. Pero los chelitos eran insuficientes para comprar.
¿Cuáles son los trabajos suyos?, pregunto una estudiante a su profesor, Alejandro Asencio.
El artista respondió al instante. — Observa bien todos esos dibujos, los mejores que encuentres, esos son los míos. – explico Asencio, seguro de sí mismo.
En la Beba, Asencio, bebía y fantaseaba igual como lo hizo con su estudiante en la Galería Arawak, cada cerveza constituía un nuevo salto.
El tiempo nos sorprendió, eran las 3:30 de la tarde y Aram gustaba del lúpulo como si mordiera una manzana en círculo, hasta modelar un barco de papel. Antes de ver los pececitos voladores decidí terminar la velada. Aram, el protagonista de esta historia, estuvo de acuerdo.
— Déjame decirle a Gompich que nos vamos – expreso Musset.
Gompich, espécimen inaudito en este convite, tenía casi una hora sin servirse un sorbo de cebada bautizada. Una simple señal de mano bastó para convencerlo de la partida.
El maestro del dibujo, Werner Olmos, un mago transformando la basura en obras de arte, nos retuvo.
– Si se quedan un rato más para presentarle mi novia a Musset, los llevó a la parada –, apunto Olmos.