Por Amy Goodman y Denis Moynihan
Fue una mala semana para los dictadores, pero buena para la justicia internacional. Dos brutales dictadores que contaron con el apoyo de Estados Unidos cuando gobernaron hace décadas fueron condenados por delitos que cometieron mientras se encontraban en el poder.
En África, Hissène Habré tomó el control de Chad en 1982 y desató un régimen terrorista contra su propio pueblo durante el cual fueron asesinadas unas 40.000 personas, hasta su derrocamiento en 1990. Por su parte, Reynaldo Bignone fue general del Ejército argentino y fue el último dictador de la junta militar que gobernó ese país entre 1976 y 1983, período durante el cual se estima que «desaparecieron», es decir, fueron asesinadas, unas 30.000 personas que se oponían al régimen de facto. Es muy probable que ambos hombres pasen el resto de su vida en prisión. Estos fallos no traerán de regreso a las decenas de miles de personas torturadas y asesinadas, pero ojalá precipiten el fin de la era moderna de impunidad para quienes cometen violaciones de los derechos humanos. Y también para sus cómplices.
La condena que recibió Bignone esta semana por su participación en el plan represivo de alcance regional conocido como Plan Cóndor no es la primera que recibe. Bignone fue uno de los generales argentinos que participó del derrocamiento del Gobierno constitucional de ese país en 1976 y fue uno de los responsables de la puesta en funcionamiento y dirección de varios de los cientos de centros clandestinos de detención adonde eran llevadas las personas que el régimen sospechaba que eran comunistas o de izquierda, quienes, en la mayoría de los casos, eran torturadas y asesinadas. En esos años, Argentina fue gobernada por una sucesión de dictadores militares, de los cuales Bignone fue el último y gobernó entre 1982 y 1983. Bignone dispuso la destrucción de documentación y otras pruebas que podrían haberlo implicado a él y a otros integrantes del Gobierno militar en violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Dispuso además total inmunidad para él mismo y otros, poniéndose así al amparo de eventuales procesos judiciales. Posteriormente, la amnistía fue derogada y Bignone fue condenado en 2010 por los numerosos secuestros, actos de tortura y asesinatos que supervisó.
El reciente fallo de culpabilidad de Bignone fue por su participación en el Plan Cóndor, en el cual seis dictaduras de América del Sur, las de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que contaban con el apoyo de Estados Unidos, conspiraron para rastrear y secuestrar o asesinar a sus opositores en diversos lugares del mundo. Bignone tiene 88 años de edad y se le han sumado 20 años a la condena a cadena perpetua que cumple actualmente. Con conocimiento del gobierno de Estados Unidos y, en particular, del secretario de Estado de aquel momento, Henry Kissinger, el Plan Cóndor se coordinaba desde Chile, gobernado en ese entonces por el dictador Augusto Pinochet.
Chad es un país mayormente desértico ubicado al norte de África que permaneció bajo el dominio colonial de Francia entre 1900 y 1960, tras lo cual se desató una larga guerra civil. El presidente de Estados Unidos Ronald Reagan apoyó el golpe de Estado en Chad liderado por Hissène Habré a pesar de conocer su historial de crueldad. Habré tenía una fosa común en el fondo de su residencia. Gobernó Chad desde 1982 hasta 1990 y aterrorizó a quienes lo cuestionaban, ya sea de verdad o en su imaginación. Más de 40.000 personas fueron asesinadas, la mayoría de ellas torturadas en la tristemente célebre «Piscina», un centro de detención y tortura ubicado en una piscina reformada especialmente para tal uso.
En 2001, once años después de que Habré huyera a Senegal, llevándose con él la mayor parte del tesoro nacional de Chad, un audaz abogado de derechos humanos llamado Reed Brody ingresó a las instalaciones abandonadas de la infame fuerza policial secreta de Habré, la DDS. Lo que encontró allí fue impactante: decenas de miles de documentos, cubiertos de polvo y olvidados, que detallan arrestos, tortura y asesinatos de más de 13.000 de las víctimas de Habré. Esta prueba documental, junto con la incansable lucha de las propias víctimas, de personas como Souleymane Guengueng, que sobrevivió a las prisiones de Habré, llevaron al primer juicio que se realiza en un país africano de un ex jefe de Estado de otro país africano. En el pasado, juicios así se llevaban a cabo en tribunales internacionales, fuera del continente. Pero en esta oportunidad, Senegal conformó un tribunal especial para llevar a cabo su juicio.
Tras la lectura del fallo, Souleymane Guengueng, declaró:»Me duele que muchos de mis compañeros hayan muerto en el camino. No pueden estar aquí para ver el resultado y es por eso que me sentí conmovido y rompí en lágrimas. Hissène Habré fue condenado a cadena perpetua. Terminará su vida en prisión y eso era lo que queríamos. Espero que esto sirva de lección a todos los demás dictadores que hay por allí».
El abogado de Human Rights Watch Reed Brody explicó lo sucedido a Souleymane Guengueng durante el Gobierno de Hissène Habré: “Souleymane era un empleado público de profundas convicciones religiosas. Como sabrán, fue llevado a prisión en base a acusaciones falsas. Como la gente moría a su alrededor en la celda en que se encontraba recluido, hizo un juramento ante Dios de que si lograba salir, lucharía por la justicia. Y cuando Idriss Déby derrocó a Hissène Habré y se abrieron las puertas de la prisión, Souleymane reunió a otros ex detenidos, fundó la primera asociación de víctimas y lucha desde entonces. Muchos de los cómplices de Habré permanecieron y permanecen aún en Chad: alcaldes, jefes de policía, gobernadores, que comenzaron a amenazar de muerte a Souleymane y lo obligaron a exiliarse en Estados Unidos”.
Ni Bignone o el gobierno militar argentino, ni Hissène Habré podrían haber cometido las atrocidades que cometieron sin el apoyo del Gobierno de Estados Unidos. El secretario de Estado, John Kerry, calificó el fallo de Habré como «una oportunidad para que Estados Unidos reflexione y aprenda de su propia vinculación con los sucesos que tuvieron lugar en Chad». No caben dudas de que Estados Unidos debería reflexionar y aprender de estos fallos de culpabilidad, pero también deberíamos investigar, presentar cargos y llevar a juicio a los funcionarios del Gobierno estadounidenses que colaboraron y fueron cómplices de estas dictaduras. Es preciso que exista una justicia uniforme que se aplique por igual en todas partes del mundo.
© 2016 Amy Goodman
Traducción al español del texto en inglés: Fernanda Gerpe. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro «Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos», editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.