Mientras busca votos hasta “debajo de las piedras” no sólo para ganar, sino para hacerlo de manera apabullante y apuntalar su hegemonía política, el partido de gobierno a través de sus incontables bocinas, persiste en crear la atmósfera de que la victoria de su presidente/candidato es ineluctable. Con ello buscan sumir la oposición en el pesimismo, la desmovilización y en la abstención. Esa circunstancia obliga a los sectores más consecuentes de la oposición a movilizarse para incrementar sus votantes reales y potenciales, por la importancia que esto tiene en una lucha que no se agota en este proceso electoral.
El PLD ha construido una estructura de poder de naturaleza populista/clientelar, a través de la cual ha logrado una hegemonía o aceptación de sus gobiernos indiscutiblemente sólida, la cual, para una mejor compresión y enfrentamiento con posibilidades de éxitos, debe ser situada en un contexto internacional en que se están consolidando un significativo número de proyectos de dominación política de naturaleza conservadora; incluso en países donde existían o existen gobiernos de impronta progresista. El referido partido es consciente de esa circunstancia y por eso, a pesar de estar convencido de sus posibilidades de ganar las elecciones, quiere hacerlo de manera contundente para consolidar y ampliar su hegemonía.
Como expresión de su persistente desprecio hacia la crítica, que es lo mismo decir, hacia la población, como muestra de la arrogancia con que han construido y mantenido para atropellar todo y a todos, se niegan a debatir en cualquier escenario con los candidatos de la oposición, saben de la debilidad de una “obra de gobierno” que se lleva la palma en corrupción, perversión y concentración de poder. Al abstenerse a debatir, recurren al silencio en esta coyuntura electoral; acuden al silencio como expresión de desprecio hacia sus contrincantes, como lo hacen siempre desde el poder frente a los reclamos de la población. En este caso el silencio lo usan como expresión de su prepotencia, como abuso de su poder; parafraseando a Bobbio.
Es pues, en la perspectiva de la naturaleza del poder peledeísta como la oposición debe enfrentar la presente coyuntura electoral. Ese poder no puede ser combatido con particularismo, mezquindades, luchismo entre las componentes de la oposición y/o abstencionismo estéril, porque quiéranlo o no, en un futuro tendrán que enfrentar unidos un poder que ha construido la forma de hegemonía más enajenante y perversa que quizás jamás haya existido en sistema político alguno. Una hegemonía construida apelando a los peores sentimientos con se puede fundar una identidad nacional: el nacionalismo xenofóbico, el rechazo al derecho de la mujer sobre su cuerpo y a la libre opción de preferencia sexual y sobre la generalizada idea de que el Estado es medio para el enriquecimiento individual.
Ese lastre no lo borra un resultado electoral, no importa cuál este sea para cualquiera de las opciones opositoras participantes. En tal sentido, la cuestión no es cómo o por cual candidato opositor votar, no es solo buscar una buena representación en las instancias donde se toman las decisiones políticas fundamentales, sino pensando de cara al futuro, cómo construir una hegemonía en un contexto nacional e internacional en extremo desfavorable.