Juan Pablo Duarte, en su primer borrador de constitución de 1844 plantea por primera vez la cuestión de la autonomía municipal. El fondo de su ideal municipalista se basaba en la construcción del Poder Municipal como forma de mejorar y darle más rapidez a los asuntos públicos. Los sectores conservadores y por ende centralista se resistieron a la consumación del ideal duartiano.
Duarte planteaba en dos artículos del borrador de Constitución lo siguiente: 1- “Para la mejor y más pronta expedición de los negocios públicos se distribuye en: Poder Municipal, Poder Legislativo, Poder Judicial y Poder Ejecutivo»; 2-«estos Poderes llámense constitucionales porque son y habrán de ser constituidos, so pena de ilegitimidad, con arreglo a la Constitución y no de otra manera”.
Duarte hizo el planteamiento en medio de la construcción de un Estado caracterizado por ser de corte centralista y autoritario. La unidad del territorio justificaba la centralización del poder político, no así el autoritarismo impuesto por Pedro Santana. La centralización del Estado desembocó en una concentración y personificación del poder en torno a Santana desde el nacimiento mismo de República Dominicana en el 1844.
La presencia de una figura centralizadora, autoritaria y déspota como Pedro Santana se convertiría en garantía de estabilidad y freno de las amenazas de los déspotas haitianos. Santana garantizaba los intereses nacionales y regionales de la clase dominante dominicana. Santana se convirtió transitoriamente en el tirano deseado ante las amenazas reiteradas y latentes de la clase dominante haitiana.
Esa configuración del poder militar concentrada en Pedro Santana también se irradió a todas las regiones del país, en las cuales los jefes políticos también eran militares. El Estado nación se constituyó a partir de una aparato militar al servicio de un déspota, ya no haitiano sino dominicano: Pedro Santana.
Posteriormente, Bonó es quien en el Congreso Constituyente de Moca, celebrado el 21 de diciembre de 1857, planteó que el sistema municipal “no es un sistema, sino un poder, y que en las formas centrales todo poder que no sea uno de los tres: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es inferior y dominado”. Queriendo decir que mientras el municipal no tenga su independencia seguirá atado, sobretodo, al gobierno central[1].
La atadura al gobierno central se explica en el hecho de la dependencia al esquema de dominación, despotismo y monopolización del poder político por parte de los baecistas caracterizado por obstruir la participación de los sectores dominantes (tabacaleros) del Cíbao en provecho de los sectores dominantes (madereros) del Sur. Estos últimos, cuyos dirigentes Santana y Báez, dispusieron del poder político en todo el trayecto de la Primera República. Es así como una parte del poder económico localizado en el Departamento Sur, asiento de la capital dominicana, detentaba exclusivamente el poder político. Era este control político que facilitaba el privilegio de las relaciones comerciales directas con Estados Unidos y los países europeos. Esto último significaba para la clase dominante del Cíbao un gran obstáculo para su desarrollo y acumulación de riqueza.
Es a partir de la Restauración de la República (16 de agosto 1865) que el objetivo de Juan Pablo Duarte y de los liberales del Cíbao, cuando los restauradores votaron la constitución liberal del 14 de noviembre de 1865, que queda instituido el “Poder Municipal, para darle mayor autonomía a las Juntas Provinciales y a los Ayuntamientos Comunales”[2]. Meses más tarde Buenaventura Báez deroga la Constitución liberal y pone en vigencia la constitución conservadora y santanista del 1854. Así quedó abortado el primer intento de descentralización municipalizada que pudo tener lugar en el recién constituido Estado dominicano.
Los herederos de Santana, Trujillo y Balaguer, que son los que han dirigido el Estado dominicano desde el año 1978, no han asumido la responsabilidad de concretizar el ideal de Duarte, y también de Bonó, de darle valor político a los asuntos municipales. Ni el PRD ni el PLD, que en su momento fueron liberales y que defendieron el ideal duartiano, hicieron apuestas históricas para descentralizar el Estado y mejorar el funcionamiento de los ayuntamientos dominicanos. Lo que han hecho, su liderazgo nacional y municipal, es estropear o impedir que salga bien el funcionamiento de los gobiernos locales en materia de transparencia, el uso adecuado de los recursos, la inversión racional en el desarrollo de la gente que vive en los municipios, en la elección de buenos candidatos para alcaldes y regidores, la promoción del funcionamiento democrático de las instituciones y evitar radicalmente que las finanzas municipales se conviertan en botín para el provecho personal. El Estado dominicano continúa siendo altamente centralista, y está fuera de la ola o corriente mundial de la descentralización municipalizada.
En el 2009, en el marco de las discusiones para reformar la Constitución vigente, aprobada posteriormente en el 2010 por la Asamblea Nacional, la mayoría de los ciudadanos consultados respondieron que sí estaban de acuerdo con la incorporación en la nueva constitución del Poder Municipal como uno de los poderes del Estado. No obstante, la decisión democrática fue desconsiderada por Leonel Fernández y el anillo de asesores.
Los herederos de Santana, Trujillo y Balaguer jodieron el pensamiento de Duarte. No obstante, el contrapeso municipal en los territorios de frente al Poder Ejecutivo sigue siendo un desafío, pero de largo alcance.