Tomo prestado el título del libro de la antropóloga brasileña Rita Laura Segato, cuya primera edición fue publicada en diciembre pasado, 2016, y en el que no deja de sorprenderse por las últimas maniobras del poder, en las Américas, volcadas al retorno conservador, con un discurso moral como presentación en sus políticas antidemocráticas.
El Patriarcado, como sistema de poder institucionaliza el dominio masculino sobre varones, mujeres, niños y niñas en el marco de la familia, como grupo fundamental, desde donde se amplía a la sociedad, causando desigualdades y opresión.
Hasta hoy, dice el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, “La cultura patriarcal ha estado al servicio de la economía dominante que en tiempos modernos, han sido el capitalismo y el colonialismo”.
Teniendo capacidad de reinventarse, este viejo sistema, que tiene entre 4 y 7 mil años, se sostiene en instituciones patriarcales, encargadas del estricto control de la sexualidad femenina, siendo las principales las iglesias, sobre todo, la católica. De ahí que la guerra sea tan larga como injusta.
Y como dice Sagato, los sistemas de parentesco patriarcales se fundan en un pacto de varones entre sí, sobre el cuerpo de las mujeres. Un contrato sexual que no es un pacto libre entre varones y mujeres, y entender este predominio patriarcal, es esencial para entender el género y la subordinación social de las mujeres a los varones.
En nuestro país, en estos últimos años hemos visto la resistencia de una parte de la Iglesia Católica, la del poder y el mando, así como de las evangélicas, traducida en chantajes a la clase política, manipulaciones de los argumentos cristianos, intervención en el Estado y sus instituciones, todo para dominar misóginamente a la mujer. Este intervencionismo religioso, dice Sagato, “reafirma que, el Patriarcado es un gobierno moral, cultural, normativo, en el que la mujer no participa, se somete en silencio, ocupa su lugar segundo, se aísla en el ámbito privado y obedece”.
Otra parte de la iglesia, la mayoritaria, que son las personas laicas, no piensa igual, lo que al poder religioso no les interesa, pero por suerte, para no desmayar, están los sacerdotes que acompañan a sus feligresías con criterios cristianos.
Al final, como dice Sagot, “Las mujeres queremos ser Mujeres Libres y soberanas, que los varones se sumen a nuestra búsqueda y nuestra lucha. Porque si bien es verdad que las mujeres nos embarazamos y elegimos abortar, los varones nos embarazan pero no tienen que abortar. Los queremos de nuestro lado, defendiendo la soberanía de nuestro cuerpo. Reconociendo nuestra fuerza, nuestro coraje, nuestra lealtad”.