Dajabón es una suerte de ciudad que convive entre lo real y lo mágico. Lo real es que los recursos que genera esta localidad son formidables. Lo mágico: nunca poder saberse con certeza a dónde va a parar esa riqueza, y menos aún por qué su desarrollo es tan escaso. Esa dicotomía económica se reflejó en los resultados políticos de las elecciones recién pasadas.
Un hecho insólito fue que un partido minoritario, como el Bloque Institucional Socialdemócrata, ganara las elecciones del municipio. Con el éxito del BIS quedaron relegadas las principales fuerzas políticas de la nación, con presencia en la localidad. La alianza PLD-PRD resulto débil. Lo mismo sucedió con la coalición PRM-PRSC. El Dr. Miguel Andrés Cruz Jiménez, el candidato a alcalde por el BIS, le ganó a todos.
Interesante resulta el contexto social, político y económico en que ocurrió el hecho. A todo lo largo y ancho de la franja fronteriza se despliegan varios mercados, multifacéticos en sus ofertas de productos. Los más emblemáticos y significativos para la economía de la nación son, en orden ascendente de importancia, el de Comendador, el de Dajabón, y el de Jimani.
El de Comendador, provincia Elías Piña, es un modelo típico de chauvinismo. En la entrada del pueblo hay un letrero gigante que reza “La Ciudad Mercado”. El de Jimaní, en el comercio al por mayor, no tiene comparación. Sin embargo, el de Dajabón convierte a esa ciudad en la metrópoli del mercado al detalle.
El Mercado Binacional de Dajabón, con todo, ingresa al fisco nacional cientos de millones de dólares al año. ¿Y a Dajabón que le aporta? Desorden y basura. Casi 4,000 puestos de venta a nivel de piso ocupan 12 manzanas del pueblo, a pesar del edificio construido por la Unión Europea para alojarlos.
Resulta muy real que Dajabón está en el centro del Corredor Económico que va desde Cabo Haitiano hasta Santiago, uno de los principales de la isla. Tanta movilidad comercial provoca que más de 30 hoteles oferten servicios habitacionales, y no den abasto.
Con todo y esa intensa dinámica económica y comercial en la zona, lo fantástico es que esa efervescencia emprendedora no se expresa en lo más mínimo en el desarrollo del municipio.
El Dr. Miguel Cruz tendrá que hacer magia, precisamente para concitar sinergia entre los sectores socioeconómicos de la localidad colindante con Haití. Un verdadero mago hay que ser para conseguir armonía entre dos naciones de culturas diferentes, y dos Estados soberanos distintos.
Miguel Cruz Jiménez deberá transformarse en Cucharimba para conseguir que los recursos de la cooperación internacional sean gestionados por el ayuntamiento de Dajabón. Y no olvidar que aprovechar los beneficios del mercado a toda capacidad requiere dejar de lado la actitud evasiva siempre, e irresponsable otras veces, hacia Haití. Concretar esto sin contrariar los poderes fácticos anti-haitiano y al propio gobierno, es un acto digno de Merlín el Mago.
Pero real parece ser la capacidad de gestión del próximo alcalde de Dajabón y su experiencia en la administración pública. Mágico sería que, después de la confianza expresada en el voto, Cruz Jiménez actué igual a como lo han hecho los alcaldes predecesores.
Gestionar de manera sistémica los recursos que pasan por Dajabón, y ponerlo al servicio del desarrollo local fronterizo, es un acto de magia que constituye un reto real para las autoridades entrantes.
Descubrir el truco que esconde lo real detrás de lo mágico, es el desafío del Dr. Cruz Jiménez. Experiencia tiene de sobra. Pero ¿habrá voluntad para hacerlo?