Hasta el momento, no hay signo alguno de que en este segundo mandato de Danilo Medina e inicio del quinto del PLD, éste desmontará las bases en que se han asentado los gobiernos de ese partido y que han servido para el enriquecimiento de propios y ajenos de esa colectividad económico/política. Algunos se preguntan si lo haría y cómo lo haría. Sin embargo, la pregunta clave es cuándo aparecerán los signos que indiquen que la oposición saldrá de su nadir, o sea, de estar en el punto más bajo, para batir un poder que ya avanza hacia su vigésimo año. Toda una generación.
Es posible que esta administración inicie un proceso de maquillaje para que determinados poderes fácticos (empresariales y eclesiales) puedan seguir justificando el apoyo que sostenidamente le han brindado y para darle nuevas pilas y tintas a las bocinas y escribidores al servicio de dicha administración. Por ley, en la nueva integración de las altas Cortes y en la JCE, participarán el nuevo partido mayoritario de la oposición, PRM, además, quizás, los otros dos “mayoritarios” PRD y PRSC. Difícilmente deje de aprobarse la Ley de Partidos y Electoral y esos caramelos podrían contentar y saciar el gusto de esos partidos y de ese modo, el gobierno lograr disminuir presiones políticas y corporativas.
Hasta el momento, discursivamente, la oposición aspira a más, sabe que esa labor cosmética es completamente insuficiente para desmontar una estructura de poder que descansa en pilares más sólidos y eficaces para reproducirse cada cuatro años. Sabe, además, que no es sólo en el control de las referidas instituciones donde descansa el verdadero sostén del PLD y su gobierno en su proyecto de poder orientado hacia una relativa perpetuidad, sino en una estructura clientelar y en un manejo de los recursos del Estado cada vez más extendido y eficiente. Sabe también la oposición toda, que de seguir dispersa, en su nadir, tampoco en el 20 logrará batir esa estructura.
Incluso unida, la oposición tiene graves problemas internos que superar, las alianzas y/o coincidencias antes y después del aún no resuelto tollo electoral son frágiles. En tal sentido, tiene pues un doble problema: debe superar la tentación de contentarse con las medidas cosméticas del partido/Estado y al tiempo de luchar contra los elementos claves en que descansa el poder y debe superar sus debilidades internas. La única manera de lograr eliminar sustancialmente esas debilidades para poder desmontar los pilares fundamentales en que descansa el sistema, es a través del inicio de un proceso de articulación de esa lucha, sin condicionamientos segados por viejas e inviables posiciones.
Hasta el momento no hay signos evidentes de que algunos no persistirán en sus viejos errores, incluso, por su inveterada tendencia hacia la incontinencia verbal ya algunos insinúan que insistirán en ellos. Los principales líderes de la oposición tienen ante sí el ineludible reto de no sacar conclusiones precipitadas sobre su desempeño en este inconcluso proceso electoral. Por el momento, la primera e inequívoca decisión que deben tomar es que no pueden enfrentar otro proceso electoral en las condiciones en que se presentó. Sólo así comenzarán a moverse de su nadir.