El Partido Revolucionario Moderno (PRM) ha salido triunfante de estas elecciones si ponemos en contexto la situación de los partidos de oposición y el proceso electoral.
Fue un partido formado al vapor para competir electoralmente con el PLD ante la división del PRD, y luego, ante la alianza PLD-PRD. No es fácil articular un partido en corto tiempo aunque muchos dirigentes fueran viejos perredeístas. Los partidos, además de activistas y operadores políticos, necesitan forjar conexión con la sociedad, generar esperanzas y credibilidad. El PRM no tuvo tiempo de eso y enfrentó un PLD poderoso.
De todas maneras, el PRM se benefició del voto de una fracción importante del perredeísmo. Obtuvo alrededor del 35% a nivel presidencial, una representación importante en la Cámara de Diputados, alcaldías importantes como la del Distrito Nacional, y se proyectan dos senadurías propias. Ningún otro partido de oposición logró ni siquiera el 2% de los votos a nivel presidencial.
El PRM enfrenta ahora una disyuntiva: entrar en confrontaciones y divisiones, o cohesionarse y crecer. Está en sus manos transitar uno u otro camino.
El primer riesgo proviene de una confrontación si Hipólito Mejía decide buscar la candidatura presidencial en el 2020. Ese sería un paso hacia atrás. A pesar de su carisma natural, por la edad y su tasa de rechazo, Hipólito Mejía no debería aspirar más a esa candidatura. Para legado de liderazgo, ahí está su hija Carolina Mejía que tuvo un magnífico debut en esta campaña.
El segundo riego proviene del propio Luis Abinader, si muestra capacidad o no para conducir el partido y llevarlo a crecer. Un partido sin buena dirección motivaría muchos activistas a buscar otros rumbos políticos, y en captar desencantados es experto el PLD. Para ser un partido de nueva conformación, el PRM salió airoso de la campaña, pero aún está lejos del 50+1 que necesita para ganar unas elecciones presidenciales en el 2020, y el tiempo electoral vuela.
Para avanzar, la primera tarea del PRM es reagrupar y energizar todo el perredeísmo. Ahí se quedaron cortos en esta campaña. En vez de concentrarse en críticas dispersas al Gobierno, debieron enfocarse en apelar positivamente al 47% del electorado que votó por Hipólito Mejía en el 2012. Dado que el PRM obtuvo 35% de los votos a nivel presidencial, alrededor de un 12% se esfumó, y muchos fueron a apoyar la candidatura de Danilo Medina, que subió precisamente alrededor de un 10% entre 2012 y 2016.
Es un hecho que Luis Abinader y Carolina Mejía tienen el potencial de éxito con la base electoral que heredan del PRD, pero les toca ahora recomponerla y dinamizarla.
El PRM apostó correctamente a que el voto se concentraría entre el PLD y el PRM (así sucedió); pero no logró su otro objetivo: la polarización del voto, ya que no pudo cerrar la gran brecha con Danilo Medina. En cerrar esa brecha con el PLD radica su gran reto hacia adelante.
La segunda tarea del PRM es forjar un partido que dé confianza a la sociedad dominicana. Si el partido se enreda en disputas internas, estará enviando el mensaje equivocado. Si se organiza y trabaja inteligentemente, enviará el mensaje correcto.
En estas elecciones se jugó no solo el triunfo de Danilo Medina y del PLD, sino también el posicionamiento del PRM en el sistema de partidos dominicano. Ese posicionamiento se ha medido ya por la capacidad de concentrar el voto opositor y ganar representación a nivel congresional y municipal. El reto hacia adelante es expandir esa fuerza. La interrogante es si lo lograrán.