Todas las pandemias siembran mitos. El coronavirus no se escapa a la estructuración de mitos. Por redes sociales han circulados millones de fake news (noticias falsas) que envuelven mitos relacionados con su fabricación en China y que no se abran correos electrónicos emitidos por chinos. Mitos construidos con la idea preventiva, que son muchos, como que el calor mata el virus, lo mismo que beber agua caliente, comer ajo, evitar comer helados o bebidas muy frías, bañarse con cloro o alcohol y la exposición al sol. Un mito muy recorrido y que ha ido superándose es el de la creencia de que no infecta a los niños o aquel que dice que siempre la persona muere. La asimilación del mito o su desmonte se producen en la medida que los hechos y las prácticas que lo sustentan se demuestran que no son reales o que empíricamente no producen ningún resultado.
Lo que es real, no un mito, es que el Covid-19 es un virus con alta predominancia en los grandes conglomerados urbanos, en su origen, cobertura y arrastre de territorios. Es una pandemia mundial con repercusiones en seres humanos residentes en grandes ciudades de Europa, América, Asia y en megaciudades como Wuhan, China, donde se originó y en muchos centros urbanos de los continentes donde está incidiendo. En estos conglomerados urbanos es donde se produce el mayor intercambio comercial, tanto de factura local como internacional. La ciudad es un asentamiento de mercado, ya lo había escrito Max Weber en el siglo XIX. El intercambio de mercancía es una acción social racional que tiene implicaciones y consecuencias en las relaciones e interacciones entre los individuos. La cadena mundial de contagio del Covid-19 se irradia más rápidamente por los movimientos de personas que participan en actividades turísticas, culturales, científicas, industriales y en los intercambios comerciales.
La incidencia del Covid-19 en estos grandes conglomerados ha estado teniendo impacto en sectores predominantemente de clase media y alta, lo cual es real no un mito. Esto no significa que no haya afectado sectores de bajos ingresos y que su masificación mediante la cadena de contagio tendría un número mayor de afectados en los sectores empobrecidos.
En República Dominicana los casos más numerosos se han registrados en el Distrito Nacional, Santiago, Santo Domingo y San Francisco de Macorís. Hay provincias con dinámicas turísticas y comerciales como la Altagracia, Samaná, San Pedro de Macorís, San Juan que registran más casos que todas las provincias fronterizas, que son las de mayor pobreza y menor desarrollo urbano. Si bien la alta concentración urbana y la dinámica económica constituyen ineludiblemente factores de contagios del coronavirus, no se puede afirmar categóricamente que en la región fronteriza no habrá avance de la enfermedad porque hay factores de exclusión social que animarían a que la pandemia penetre y la cadena de contagio sea más difícil de romper.
Dos recomendaciones claves para retener el virus circulan por todo el mundo, que no son mitos: lavarse las manos y la distancia social o separación entre las personas. Recomendaciones que se encuentran de frente con una realidad, que quizás no ha sido tocada en República Dominicana por el poco avance que ha tenido la pandemia, que es el hacinamiento y la densidad poblacional en los asentamientos humanos más empobrecidos.
El hacinamiento es un problema social y demográfico presente en todas las latitudes y su profundidad está directamente relacionada con los déficits cuantitativos y cualitativos de las viviendas. A mayor número de personas por aposentos mayor es la tasa de hacinamiento. A mayor número de personas por habitaciones más pequeñas son las viviendas y esto arrastras las amenazas por la infección por el coronavirus. En República Dominicana hay predominancia en el hacinamiento moderado con 2.5 a menos de 4 personas por aposento y el hacinamiento extremo con igual a 4 o más personas por aposento. La tasa promedio de hacinamiento en República Dominicana es de 20%, con provincias que superan considerablemente esta proporción, como son los casos de Elías Piña, Pedernales, La Romana y Azua, donde se registra entre 27% y 33% de hogares. Hay barrios de Santo Domingo y el Distrito Nacional donde se cuantifican tasa de hacinamiento hasta de 27%.
Alta tasa hacinamiento; tres (3), cuatro (4) o más personas por habitación, crean condiciones o barreras infranqueables para poner en práctica la distancia o separación social entre las personas. Si se agrega la alta densidad poblacional (circunscripción 3 del Distrito Nacional con 13,015 hab/Km2) expresada en “semilleros” de personas que cohabitan o conviven en viviendas con poca o ninguna separación, la cadena de contagio por coronavirus se reproduciría por encima de los parámetros de la OMS. Según la OMS 1 persona contagiada infecta 2.5 en 5 cinco días y estas 406 personas en 30 días. Reduciendo el contacto en un 50% se impacta a 1.25 personas y esta a 15 personas. Un 75% menos se impacta a 0.625 personas y esta a 2.5. La cadena de contagio iniciando con 1 persona en barrios de extremo hacinamiento y alta densidad podría llegar hasta decenas de miles de dominicanos y dominicanas en pobreza.
En un ambiente urbano de alto hacinamiento, la relación 1 persona contagiada infecta a 2.5 podría ser superior y por cada 5 días se tendría una cadena de contagio muy superior y que podría romper los parámetros de la OMS. En 30 días bajo condiciones de alto hacinamiento, insalubridad en la vivienda, carencias de recursos para obtener agua y desinfectantes, poca formación en el manejo de la enfermedad y demanda hospitalaria por encima de la oferta se produciría un escenario para infectar dos o tres veces la suma de 406 personas indicadas por la OMS.
La cultura, costumbre, tradiciones en sociedades abiertas y con poco ejercicio de autoridad, como la dominicana, son realidades que se añaden a las variables hacinamiento residencial y densidad poblacional. Las conductas sociales de dominicanos y dominicanas más que de aislamiento social es del encuentro, de los abrazos, de jugar dominó en grupo, de compartir café en los patios y callejones. La integración social va más allá que el encuentro del núcleo familiar y mientras más jolgorio hay mejor se da la fiesta. El capital social del dominicano, principalmente del que vive en barrios, es un atributo de solidaridad en el cual todavía se barren los frentes de las casas, se prestan cilindros de gas para cocinar, se dejan las llaves en las casas de los vecinos y se mandan a los niños y niñas a comprar al colmado o a la farmacia. Este sistema cultural es espacio para el desarrollo de la cadena de contagio del coronavirus.
Aunque en América Latina la pandemia llegó varios meses después de China y muchas semanas después de Europa, para República Dominicana hay lecciones de algunos países que ayudan a entender porque en uno hay más incidencia del Covid-19 que en otros. La realidad empíricamente estudiada en la sociedad China (81,782 con 3.82% tasa de mortalidad), que está saliendo de la pandemia, y las sociedades de Japón (1,399 contagiados con 3.36%) y Corea del Sur (9,241 contagiados con 1.42% tasa mortalidad), con menores registros, y Alemania (43,211 contagiados y 0.61% tasa mortalidad) pueden servir para definir políticas públicas para poner freno a la pandemia. El número de contagiados y la tasa de mortalidad varía en minutos. Italia y España casi siempre hacia arriba en tasa de mortalidad.
Los números de contagios, presentados en el cuadro 1, pueden estar asociados en que algunas de esas sociedades son más cerradas que otras, más preventivitas y más individualistas que España (56,347 contagiados con 7.37% tasa mortalidad) e Italia (80,589 contagiados con 10.14% tasa mortalidad), donde el número de infectados y tasa de mortalidad son extremadamente altas, sustentadas la situación en razones de ser sociedades de alta interacción social, política de detención de la enfermedad y con sociedad civil fuerte en relación a los límites que ponen al monopolio de la violencia por parte del Estado. En caso de Italia, también, se justifican razones de la edad de la población y a las relaciones sociales en la familia, muchas extendidas. El 36.3% de sus habitantes tienen más de 70 años y la tasa de mortalidad más alta se ha concentrado en este grupo etario. Según reporte, la letalidad del virus entre los italianos con edades comprendidas entre los 70 y los 80 años es del 34%.
En China aplicaron decisiones de distancia social, no así en Corea del Sur que actuaron de modo preventivo realizando miles de pruebas a personas sintomáticas y no sintomáticas. En Japón, la cultura y la disciplina en la separación social como tradición es un factor que ha ayudado con frenar el avance de la pandemia. En Alemania, la mayoría de los afectados eran jóvenes, los cuales son más resistentes al Covid-19. En Corea del Sur preventivamente decidieron realizar 15 mil test por día y un servicio de salud universal.
Estados Unidos registra un alto número de infectados (82,200) y una tasa de mortalidad de 1.41%, por debajo del resto de países presentados en el cuadro anterior, salvo Corea del Sur y Alemania. Culturalmente, Estados Unidos es un país muy individualista, lo cual puede ayudar a frenar la pandemia, aunque es muy temprano para llegar a conclusiones. Para el norteamericano, el éxito es personal no colectivo. Según Alexis Tocqueville, en su obra la Democracia en América, quien estudió la sociedad norteamericana, «el individualismo es un sentimiento reposado y tranquilo que dispone a cada ciudadano a aislarse de la masa de sus semejantes y a retirarse a distancia con su familia y con sus amigos, de tal manera que, después de haberse creado así una pequeña sociedad para su uso, abandona con gusto el resto de la sociedad a ella misma». El individualismo es un sentimiento que puede obviar los derechos colectivos ante el sistema de salud, muy importante en tiempo de coronavirus. Sin embargo, el flujo migratorio ha construido un sentimiento social heterogéneo que ha producido cambios en las conductas de residentes y nacionales de Estados Unidos que puede afectar la distancia social y por efecto la incidencia de la pandemia.
En Estados Unidos, para fines de investigación social sobre el avance del Covid-19, hay que estudiar su relación con las comunidades latinas y africanas de inmigrantes. Son comunidades con estilos, conductas e identidades en partes diferenciadas con la cultura anglosajona. El aislamiento social se supone, hipotéticamente, que es practicado de modo diferente entre estos dos grupos y deberá tener influencias en la incidencia en la cadena de contagio.
Vale explicar que los datos cuantitativos son orientaciones con inferencias hipotéticas. Esto así, porque Japón (127 millones de habitantes y 45% con más de 65 años) tiene una población de envejecientes muy superior a Italia (60 millones de habitantes y 34% con más de 65 años) y el número de afectados y la tasa de mortalidad es muchísimo más baja (3.34%)
La incidencia del Covid-19 en Asia-China, Europa y Estados Unidos está dejando lecciones aprendidas para los países de América Latina y el Caribe, que son sociedades más abiertas, menos preventivas, más de acción social tradicional con alto grado de interacción, Estado débil en aplicación de la norma, sociedades con grupos de edades más jóvenes, con protección social dada más por la familia que por el Estado (protección a enfermos, sostenimiento de padres y abuelos).
¿Cuál es el escudo en República Dominicana?
La distancia o el alejamiento social se presentan como opción para parar la cadena de contagio. Los hospitales, especialistas, enfermeras, test o pruebas de laboratorios, mascarillas, guantes, medicamentos, Etc. son medios para aliviar el impacto en la salud y la letalidad, pero no el contagio que se produce en el barrio, en el espacio urbano, en los centros de trabajos, en las calles o en los mismos centros sanitarios u hospitales.
El Gobierno ha tomado medidas, unas correctas y otras insuficientes para parar la cadena de contagio. La acción social tradicional, la costumbre, la cultura y la interacción entre personas (objeto de estudio de la Sociología) son los motores de la cadena de contagio. Esto todo el mundo lo sabe. Para limitar la distancia social el Gobierno ha tomado decisiones de suspender el trabajo en parte de las instituciones públicas, iglesias, centros recreativos, el turismo, restricción de horarios para el sistema bancario y para los supermercados. Ha decidido despachar a su casa personas con más de 60 años y con enfermedades vulnerables al Covid-19. Ha declarado estado de emergencia y toque de queda parcial.
El escudo siempre será romper la interacción social. Parte de la sociedad demanda toque de queda 24 horas, para frenar las relaciones entre las personas (infectadas con síntomas, asintomáticas y no infectadas), permitiendo los servicios de abastos de alimentos, medicina y hospitalización. Se tendría un impacto muy parcial con un toque de queda en condiciones de hacinamiento residencial, interactuando o cohabitando los abuelos, las abuelas, padres y madres, en las edades de mayor vulnerabilidad, con los hijos e hijas, sean estos jóvenes, adolescentes o de la infancia.
Añadir al bajo impacto, las condiciones económicas y de limitaciones en los servicios sanitarios, desnutrición y agua potable de los empobrecidos. En sociedad con bajo nivel de protección social, como la dominicana, “el seguro médico y el plan de retiro” de los adultos mayores está sujeto a la acogida en sus viviendas que hacen muchos de los hijos e hijas. Aislar a los mayores, donde estén, con condiciones de diabetes, hipertensión o cardiopatía isquémica, es una vía. En los países de gran impacto, este sector está representado por el 48.5% de fallecimiento.
El mayor impacto en el aislamiento social de las personas con más de 65 años se podría tener en los sectores de clase media y alta, los de mayor poder adquisitivo y educación sobre la gestión del virus, que viven en residencia con condiciones materiales y sin déficit cualitativo, que tendrían facilidades para producir dicho aislamiento. Este es el sector que está realmente practicando en mayor medida el aislamiento. Muchos haciendo ejercicio laboral mediante el teletrabajo. Esto es más difícil, quizás imposible, que lo hagan los más de 2.5 millones de empleados de las micro-empresas y del sector informal o trabajadores de las calles y tampoco la masa de desempleado.
El escudo debe ser ampliar el grado de aislamiento social de todas las edades. La infancia, la adolescencia y la juventud también se enferman y mueren, aunque con menor tasa de letalidad que los adultos. Los de menor edad llevan el virus a las casas y a los centros de trabajo. El escudo es el aislamiento social controlado y test a todos los casos sospechosos. Invertir todos los fondos públicos que sean necesarios en test, test y más test. El escudo social es aislar y focalizar aislamiento territorial. Si hay que aislar barrios o municipios, por alta tasa de letalidad, se aíslan. Ya el país está aislado en sus relaciones directas con las demás poblaciones de otras latitudes.
El escudo al coronavirus somos todos y todas.