Mientras escribo este texto aún parecen retumbar los fuegos artificiales de final de año. Me causa curiosidad que muchos, y no solo es en mi familia, esperan el año nuevo para “volver a empezar”, ver que el viejo se va… consumando alegrías nuevas en función de que todo lo malo ya se ha ido y que las cosas cambiaran con la fecha. Pocos asumen la celebración como continuidad, cosa lógica según el calendario, sino que imponen a sus vidas el paradójicamente acendrado “borrón y cuenta nueva”.
El pueblo dominicano ha visto a lo largo de su historia cómo la política ha determinado el pulso de sus tradiciones. Por ejemplo el carnaval le debe a Pedro Santana su extensión hasta los días finales de febrero, haciéndola coincidir con la efeméride de la Independencia Nacional el día 27, no importando que los carnavales en el mundo terminen respetando las reglas católicas, en nuestro caso “hacer lo que conviene” es priorizado desde nuestro génesis.
Pero eso “conveniente” responde a estrategias populistas, más que todo electorales, donde el providencialismo de los líderes se erige sobreponiéndose a las tradiciones que se han mantenido al margen de lo “oficial”; en el caso especial de las festividades navideñas, con una acentuada diferencia regional, por ejemplo en localidades del norte o Cibao, exceptuando La Vega, la tradición de hacer regalos a los infantes se hacía la madrugada de Navidad, los regalos del “Niño Jesús”; la capital, localidades de las regiones sur y este, y la provincia norteña mencionada, hacían lo propio en el Día de Reyes.
Las familias compuestas por padres de ambos litorales, optaban por dividir los regalos y transmitir ambas tradiciones a sus hijos.
En esa época se mantenía distante el mercantilismo electoral. Se denunciaban las “muñecas y bicicletas” que desde las inmediaciones de la Máximo Gómez No. 25 se repartían desde tempranas horas y generalmente a padres que buscaban el regalo de sus hijos. Aunque revestido de pecado, el cristiano quería mantener la inocencia de que algún “rey mago” transaccionó favores y “le dejó” un presente a sus vástagos.
En la hora actual la multiplicación del presupuesto para favores y solidaridad va directo a la masa votante, no solo a los pobres de solemnidad como antes. Desde los codiciados bonos en megatiendas hasta juguetes que transciende las muñecas de moda o las otrora codiciada bicicletas, se ha impuesto de manera subrepticia una nueva manera.
Atentos a los focos sociales, las cámaras, los diarios y las redes, nuestros políticos (aquí aplica el “todo”, siempre que acceda al presupuesto de alguna fuente sea desde la oposición o desde el poder)… desea expresar a los cuatro vientos su solidaridad. La ocasión ideal es el Día de Reyes pues tal expresión de “amor a los suyos” pasaría desapercibido en las festividades de Navidad.
Sabedor de la tradición en sus demarcaciones al político no le importa romperla, para normas les bastan las de la Junta, y se lanza muñeco en ristre sobre los niños y niñas a los cuales dice “llevará alegría”.
A los que no les alcanza la suerte para Navidad o Reyes, les aguardaba una fecha más: la Vieja Belén.
Aún persiste en la memoria de los dominicos más adultos. Y es un personaje que se pierde en la bruma de los detalles. Decenas de historias y leyendas se han construido sobre esa anciana que reparte juguetes a quienes no fueron favorecidos por la atención del Niño Jesús cibaeño, los Reyes estatales o el criollizado Santa, quien vino a salvar la tradición de los del Cibao en regalar después de Noche Buena.
Algunos asocian a la Vieja Belén como una reinterpretación criolla de la bruja buena Befana, la cual forma parte del folclore italiano y que llagaría a la isla por la colonia aquí establecida y ya para el siglo XIX aparecía en la celebración de la Epifanía. Otros la ubican traída por los ingleses y esparcida en el territorio dominicano por los cocolos quienes la asumieron desde los bateyes.
Desde don Marcio Veloz Maggiolo hasta Julia Álvarez la Vieja Belén ha sido personaje. En la oralidad se le atribuyen otras versiones de las que prometemos ampliar en otro texto.
Mientras tanto las horas avanzan. Llegó el año de las elecciones. En la premura de ajustes los políticos se otorgaron una tregua que nadie les pidió. Se ausentaron y muchos les esperaban. No llegaron al igual que Santa, los Reyes Magos y según vemos las horas tampoco llegará la Vieja Belén.
Algunos sacaran balance de acuerdo a los regalos recibidos, ahí sabrán cómo se portaron, que tan cerca de la gracia están. Otros, los ajenos, no recordaran que la canción de Silvio es de Navidad y cantaran en cualquier momento del 2020: “la gente luce estar de acuerdo, / maravillosamente todo / parece afín al celebrar. / Unos festejan sus millones, / otros la camisita limpia / y hay quien no sabe qué es brindar”.