Luego de la obligada declinatoria de Danilo de seguir su aventura reeleccionista, el PLD se encuentra en la encrucijada de llegar a un acuerdo entre sus dos principales jefes/facciones en extremo difícil, aunque no imposible, o a una división que lo dejaría fuera del poder por un tiempo que podría ser bastante largo.
Tomar cualquiera de esos dos caminos de la encrucijada peledeista, requiere arte de relojería, cero chapucería, y para eso se requiere tiempo y experiencia, que son dos cosas de las que en este momento ese partido carece. Esa colectividad se encamina hacia el naufragio, pero aún no se ha hundido y en esa situación, tirarle el salvavidas de la reforma constitucional para rehabilitar a Danilo es una insensatez.
No sólo es un disparate porque constituye una forma de mantener viva la nefasta costumbre de ciertos políticos de cambiar la Constitución con fines espurios para mantenerse el poder, por intereses grupales o para habilitarse para poder tener en otro momento, lo que ahora le prohíbe la Constitución, sino también porque más del 70% de la población se ha expresado en contra de una reforma constitucional que permita la reelección de Danilo, que la mayoría ha dicho no y que quería que fuese para siempre. No hay ninguna razón, política, legal o moral para invocar la rehabilitación de Danilo de cara al torneo electoral del 2024.
No sorprende que una facción del PRSC, vinculada al danilismo quizás por razones non santas, obligue a otra fracción de ese partido a demandar esa improcedente rehabilitación. Pero es absolutamente inexcusable que Hipólito Mejía se pronuncie a favor de ese despropósito. Este no ha dado ni puede dar, porque no hay, ninguna razón de carácter político que justifique tan desacertada posición. Algunos dicen que es para agenciarse el favor del danilismo en la puja por su nominacion presidencial por el PRM, si así fuese, no advierte que no conduce a ningún sitio cargar con el fardo del descrédito del danilismo por los sobornos del Odebrecht, de Punta Catalina y otros lastres. Esa posición no sólo le hace daño al PRM, sino a su propio legado político.
La rehabilitación de Danilo se torna inviable, el primero que lo sabe es él y quizás en el fondo no lo desee, pues sabe que una vez fuera del poder la correlación de fuerzas dentro del PLD tendrá otra lógica. El tema de la rehabilitación podría usarse como arma de negociación con el leonelismo, pero si esta facción asume esta posición lanzaría por la borda la firmeza que tuvo en su “defensa” de la Constitución, esta ha planteado su oposición a esa rehabilitación, por lo cual esa iniciativa es impulsada solamente por dos partidos en franco proceso de disolución. Por tanto, resulta una insensatez, distraerse en la discusión sobre una rehabilitación inviable, como lo fue la aventura reeleccionista danilista.
No tiene el más mínimo sentido que la oposición le dedique su tiempo a la discusión de algo tan remoto como es que una rehabilitación a futuro de Danilo, a una remota esperanza que habría que materializarse dentro de cinco años, que hasta el momento no es la preocupación central del danilismo, y que de hacerse poco remedia la situación del PLD. Esa eventual rehabilitación sólo pasaría con los votos del leonelismo, del PRM o de una parte de este, y en todo caso cualquiera de ellos saben que al hacerlo cabarían sus propias sepulturas. El problema fundamental del PLD es llegar a un entendimiento para evitar una división que sellaría su derrota electoral y tienen muy poco tiempo, casi nada, para eso. Los tiempos del calendario electoral lo tienen contra la pared.
En ese contexto, la principal tarea de la oposición es solidificar los avances que hasta el momento ha logrado en su exigencia de poner fin al sistema de corrupción e impunidad impuesto por el PLD, dejar cualquier tipo de distracción/recriminación y darse cuenta que “el juego no termina hasta que se acaba”, que haber derrotado el reelecionismo danilista no significa haber derrotado definitivamente al PLD. La oposición toda debe esforzarse en forjar una amplia unidad y aprovechar una oportunidad de derrotar al PLD como nunca se había presentado, sin sobrestimar esa oportunidad ni las evidentes dificultades de ese partido.
Como dijera Antonio Almonte, en su último y brillante artículo, es tiempo de ser “cuerdo y sensato”.