La semana pasada, me refería en mi artículo semanal, a la posibilidad del agotamiento de la iglesia católica como institución burocrática y empresarial, de seguir indiferente a los cambios sociales profundos producidos en el mundo, situación confirmada por las últimas investigaciones, y señalaba la pederastía clerical como la gran ruptura para la institución de la iglesia católica en occidente, un quiebre profundo hacia dentro y hacia afuera, recordando el silencio institucional en nuestro país.
Y en el transcurso, aparecieron en los medios más acusaciones que, de ser ciertas, ponen a la iglesia católica dominicana en un tremendo aprieto, así como imputaciones de abusos sexuales incestuosos de parte de un personaje reconocido en el país contra el que se inicia un proceso judicial.
Toda una sociedad con sus instituciones que parece derrumbarse frente a denunciar, por fin, tanta doble moral contenida en tantos modelos masculinos sostenidos solo por el corporativismo de la centralidad adulta y androcéntrica.
Precisamente, en momentos en que en el Congreso del país, se debate la reforma de las leyes penales, históricamente postergada por la figura del aborto penalizado absolutamente desde 1884, que nos mantiene en un pasado permanente y que significa riesgo y muerte para las dominicanas.
Y esta situación, es un llamado categórico para el rejuego de quienes hacen las leyes, sobre todo, alertándoles que sus clásicos “bajaderos” y acuerdos “políticos” que negocian a las mujeres, ya no van a más. El horizonte visualiza un cambio de práctica para una sociedad que se está levantando en reclamos, que es femenina y joven, pero además, mayoritaria en el voto.
La pederastía clerical en la iglesia, es la gota que rebasó un vaso copado de rituales y reglas que nos presentan a un Dios autoritario, castigador y hasta vengativo, una imagen que no ayuda al crecimiento de la espiritualidad de las personas. (He oído tantas veces, la última el sábado pasado, decir al sacerdote en la homilía que hay que tener cuidado con Dios, que “tiene los juegos pesados”).
Qué se ponga el reloj en hora es lo que esperamos las dominicanas!