En el tercer aniversario de la Sentencia TC 168-13
El 30 de julio de 2014 publiqué en este medio el artículo “¡La patria! ¿Cuál patria?” como parte de una serie de publicaciones motivadas por la Sentencia TC 168-13. Hoy reproduzco ese artículo, con algunas modificaciones para adaptarlo al momento, con motivo del tercer aniversario de la insólita Sentencia.
República Dominicana es un país de patriotismo distorsionado. Juan Pablo Duarte, inspirador de la independencia, fue desterrado y murió en el exilio. El infortunio recayó también sobre sus principales acompañantes en la gesta independentista. Los eliminaron en nombre de la patria.
Luego, Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux, Rafael Leonidas Trujillo y Joaquín Balaguer (todos tiranos o tiranitos) se erigieron en “guardianes” de la patria, hasta para anexarla.
En la Era de Trujillo, quienes hablaban de libertad iban al exilio, la cárcel, o la muerte; todo en nombre de la patria.
Después de 1975, Balaguer bajó la represión y amplió la corrupción y el clientelismo. Todavía vivimos en esa patria.
Pero amamos esta patria, el barrio que nos vio crecer, el sol picante, o el mar azul retinto, aunque muchas veces confundamos la gimnasia con la magnesia, y en eso hemos andado.
La Sentencia TC 168-13, emitida por el Tribunal Constitucional en septiembre de 2013, desató lo peor de nuestra patria. De un plumazo, el Tribunal eliminó retroactivamente todo derecho de nacionalidad a miles de seres humanos nacidos y criados en territorio dominicano, cuyo pecado es ser hijos de inmigrantes indocumentados.
Por ser pobres, negros y marginados, los que concibieron esa Sentencia creyeron que todos nos quedaríamos callados; y si cabía duda, ahí estaban los “guardianes” de la patria para declarar traidores a quienes discreparan.
El propósito de la Sentencia 168-13 fue ilegalizar a todos los nacidos en territorio dominicano hijos de inmigrantes indocumentados, aun tuvieran acta de nacimiento emitida por el propio Estado Dominicano. Y la inmensa mayoría es pobre de origen haitiano.
En República Dominicana hay una gran cantidad de inmigrantes indocumentados haitianos porque los gobiernos dominicanos han permitido su entrada para la explotación en plantaciones de azúcar, arroz, café, y otros productos; en la construcción de edificios, calles, túneles, elevados, y el Metro. De esa mano de obra barata se han beneficiado muchos empresarios y el gobierno, sin mirar las consecuencias problemáticas. Esa es la raíz del problema, no las ONG ni Mario Vargas Llosa.
La Ley 169-14 trató de enmendar la injusticia de la Sentencia 168-13, al reconocer la validez del registro civil de los descendientes de inmigrantes indocumentados nacidos en territorio dominicano que tenían acta de nacimiento, y abrir un mecanismo temporal para que los sin papeles nacidos aquí pudieran registrarse como extranjeros y posteriormente solicitar la nacionalidad.
Pero los “guardianes” de la patria insistieron en la fabulación: que vendrían autobuses llenos de haitianos a solicitar la nacionalidad dominicana, que llegó la fusión.
Nada de eso. La Ley 169-14 abrió una ventanilla de pocos meses para que los nacidos y criados en este país de padres indocumentados tuvieran la posibilidad de regularizar su estatus civil.
El riesgo de la Ley 169-14 no fue la fusión, sino que muchos descendientes de inmigrantes indocumentados nacidos y criados en República Dominicana, no pudieron registrarse por su marginalidad.
En la disputa sobre la Sentencia 168-13 es claro que para los “guardianes” de la patria, la opresión y el miedo tienen supremacía sobre los derechos ciudadanos.
Así ha ocurrido siempre en República Dominicana desde que desterraron a Juan Pablo Duarte por ser, supuestamente, un traidor de la patria.