En estas elecciones participan nada más y nada menos que 26 partidos políticos. Opciones sobran para escoger. De esos, 19 partidos van en alianzas en torno al PLD o el PRM, y otros seis presentan candidaturas presidenciales separadas.
Si vemos los resultados electorales de años anteriores y las encuestas de ahora, podemos concluir que de los 26 partidos que participan en estas elecciones, quizás cinco obtendrán más de 5% de los votos, y la mayoría ni siquiera alcanzará un 2%. Para su suerte, la mayoría de los partidos minúsculos van aliados al PLD y recibirán beneficios aún sigan, como siempre, chiquiticos.
Todos los partidos con reconocimiento legal tienen derecho a competir en el sistema democrático, ese no es el asunto. La pregunta es, ¿cuál es el beneficio para la ciudadanía de tener tantas opciones inviables?
Las elecciones ocurren en contextos políticos distintos con diferentes requerimientos. Hay elecciones post dictadura como en 1962 en República Dominicana. Hay elecciones post guerra como en 1966. Hay elecciones en contexto de fuerte crisis económica como en el 2004. Hay elecciones en contexto de desplome de todo el sistema partidario (nunca se ha presentado aquí). Hay elecciones en contextos de relativa estabilidad macroeconómica con tradición política de alta identificación partidaria (el caso dominicano actual). En este tipo de contexto, hay cuatro factores que determinan quién puede competir efectivamente y ganar las elecciones.
Primero, tener una sólida base social partidaria. El partido que registra mayor identificación partidaria, es decir, que los votantes prefieren para pertenecer o simpatizar, llevará una amplia ventaja en el proceso electoral. Los partidos de menor simpatía o menos conocidos llevan una carga muy pesada.
Segundo, contar con buena estructura organizativa y recursos económicos. El dinero es importante en una campaña porque todo cuesta (afiches, vallas, caravanas, etc.). Pero la estructura organizativa es fundamental para motivar y movilizar los votantes desde la cercanía, para establecer enlaces con las comunidades, para representar los partidos en las mesas electorales y supervisar el sufragio y conteo.
Tercero, la fortaleza de los candidatos. No hay una fórmula para determinar quién es o no es buen candidato o candidata. Los hay tímidos y extrovertidos, intelectuales y pragmáticos, progresistas y conservadores, etc., etc. Como vivimos en un mundo mediático, lo importante es dimensionar las fortalezas y minimizar las debilidades de los candidatos, atendiendo siempre los deseos de la mayoría de la sociedad en un momento determinado.
Cuarto, el poder de las ideas. Que esto aparezca en la última posición no quiere decir que sea menos importante, sino que, si no se dan las tres condiciones anteriores, es muy difícil que las ideas, por maravillosas que sean, prendan en el electorado. Por eso hay candidatos y partidos con buenas ideas que nunca avanzan.
Los votantes tienen una capacidad limitada para desarrollar afectividades y conexiones racionales con los partidos y candidatos. Esta es una razón fundamental para que existan pocos partidos realmente competitivos y diferenciados, en vez de muchos sin capacidad real de competir como ocurre actualmente aquí. El sistema democrático necesita partidos fuertes y de arraigo social para que exista la posibilidad de careo y alternancia.
Eso ya no existe en República Dominicana porque dos de los partidos grandes tradicionales (PRSC y PRD) se dividieron y perdieron fuerza, y no han surgido partidos nuevos que encanten un segmento amplio del electorado.
La sociedad dominicana quiere cambios pero no encuentra nuevos rumbos. Espera alternativas confiables y encuentra dispersión de opciones débiles. Ante tanto bla, bla, bla se acomoda a lo que hay y no engrampa con una visión transformadora de futuro.