La recién terminada lectura de una novela personal de Francesco Piccolo: “El deseo de ser como TODOS”, me estimula a seguir la reflexión y/o polémica sobre las actitudes de nuestros “alternativos“ ante diversas coyunturas que han sido determinantes en la configuración de nuestro presente como sociedad. En esas coyunturas, muchas veces algunos “alternativos” han adoptado una actitud ética y no política, sin importarles si para ellos o para el país esa actitud tenga o no consecuencias funestas, como generalmente ha ocurrido.
Picolo, destacado militante de izquierda, narra algunos momentos que en últimos años han configurado la Italia de hoy, sumida en una profunda crisis política y social. Entre otras reflexiones sobre cómo en lo público y lo privado vivió esos momentos, plantea que la principal tarea de la izquierda en coyunturas cruciales es hacer que las cosas cambien, librándose de los viejos corsés doctrinarios conque generalmente enfrentan esas coyunturas.
Desarrolla esa idea, recurriendo a la siempre actual concepción de Weber sobre las dos formas de actuar en el terreno de la política: con la ética de los principios o con la ética de la responsabilidad. Quien en el accionar político asume siempre la ética de los principios no mide las consecuencias de su accionar frente a coyunturas que pueden ser determinantes para que su país o comunidad avance, retroceda o permanezca empantanada; más que el cambio, les interesa mantener una “pureza”, que Piccolo califica de reaccionaria.
Quien actúa bajo el principio de la ética de la responsabilidad piensa en lo que pueda derivarse de su accionar; más que conservar el corsé del principio, le interesa tomar el riesgo de una acción que pueda desencadenar un posible y deseable cambio. En esencia, en todas las coyunturas políticas la ética de la responsabilidad es una actitud ética positiva, activa, propositiva, definitivamente política porque busca un resultado concreto.
En nuestro país, la presente coyuntura electoral sitúa de nuevo a algunos grupos auto percibidos como alternativos ante un dilema crucial: deben decidir si participar o no en una confluencia de diversas fuerzas políticas para impedir la reelección del inmovilismo, la corrupción y la impunidad. Asumiendo la ética de los principios, hasta el momento mantienen un discurso de auto marginación del bloque opositor de mayor peso electoral, creyendo que con ese alejamiento reafirman la pureza de sus posiciones.
Como en otras ocasiones, emerge en ellos esa actitud psicológica de propensión a la derrota, la cual no les importa sufrir porque con ella creen confirmar sus diferencias con los “impuros”, como dice Piccolo. Convencidos por la fe, apuestan a un futuro ineluctable que “les pertenece” y, por tanto, no les preocupa una derrota coyuntural ni las consecuencias de sus posiciones.
Sin embargo, algunos aprenden de los tiempos, de gentes autorizadas, como Negro Veras, que persisten en reclamarles una actitud cónsona con el clamor de unidad en amplios sectores de la sociedad, para vencer la reelección y crear otro escenario político. En privado, algunos dan testimonio de ser receptivos a ese clamor; esperemos que realmente lo sean y no se lancen a otra derrota que sería no sólo de ellos, sino de la toda sociedad.