Hay que superar viejos traumas

Justo cuando empezábamos a superar las desagradables y traumáticas experiencias de celebraciones de elecciones electorales, el ejercicio de un derecho continúa aún siendo motivo de conflictos y decepciones.

El tiempo de ejercicio de derecho tuvo sus diferencias, inicios con retrasos por falta de energía, falta de funcionamiento de los escaners, mientras otros y otras tardaron menos de cinco minutos en el recinto, lamentablemente la abstención agiliza las filas de espera.

Tenía planificadas algunas reuniones al día siguiente, no hubo resistencia en fijarla el 16 de mayo, el grupo confiaba en que sería un día “normal” como para levantarse e ir al trabajo con la tranquilidad de haber avanzado en la madurez democrática.

La exigencia del derecho al voto con libertad ha estado ligada a la historia misma de los países y su democracia. En el nuestro hoy en día se vende por pica pollos, cervezas o por unos cuantos pesos. En otros niveles, por mantener un salario, una botella, la prestación de un servicio, “favores”, o un estatus. La venta atraviesa miradas de desigualdades.

Los días siguientes han revivido viejas historias de intranquilidad y tensiones. Las llamadas “irregularidades” no dan respuesta ni conformidad a candidatos/as de la oposición, el propio partido y a gran parte de la ciudadanía. Hasta el hartazgo de haber visto una campaña oficialista desbordando nuestros recursos, y comprando millonarios equipos que en supuesto ánimo de transparencia han dejado en cuestionada legitimidad una ceremonia fundamental de la democracia, que en esta oportunidad elegía la presidencia, el congreso y autoridades municipales.

Volverán los análisis, se presentarán posibles recursos legales, prepararán planes para mantener la oposición política ocupando declaraciones. A toda la sociedad civil, incluyendo la política partidista no oficial, le queda un importante ejercicio por hacer, a partir del planteamiento de las siguientes preguntas: ¿Estamos en disposición de diseñar en conjunto el país o nación que queremos? ¿Asumiríamos ese diseño desde una base innegociable de derechos? ¿Incluiríamos en él a toda la población, especialmente la más empobrecida?

Ante los cuestionamientos para la unidad surgidos en la etapa electoral, el dar respuesta a las preguntas anteriores dará a entender porqué no fueron posibles. Si somos capaces de llegar acuerdos mínimos desde esas referencias se podría diseñar un fuerte plan de oposición sin tener que caer en latigazos de culpabilidad.